Ser chino no es fácil. Con frecuencia un chino se siente preso de una fuerza irrefrenable que le hace salir del país para montar en otro una tienda que es una especie de Todo a cien o para regentar en un polígono industrial una nave que abastece a esos comercios. Pero si se quedan en casa tampoco la vida es fácil y más si quiere ser cocinero. Que se lo digan a una pinche que, al parecer, se negó a freír un huevo. El chef le clavó un cuchillo tipo machete en la cabeza y cuando cayó al suelo la degolló. Casi es mejor ser japonés o incluso vietnamita, en Europa le llamarán chino igualmente, pero no habrá riesgo de que le corten el cuello.