30+1

Ayer estuve de cumpleaños. Como diría Miguel Lago: “Gracias, no me merezco menos”. Por cierto, la tarta, estupenda. Lo comento más que nada porque la del año pasado fue absolutamente nefasta, motivo por el cual este decidí hacerla yo, así que me parece de mencionarlo. A mí desde siempre me ha gustado mucho lo de celebrar el cumpleaños. Me tiro literalmente dos semanas haciendo la cuenta atrás. Pero llegada una cierta edad -soy una dramática, qué puedo decir- me pone un tanto melancólica esta festividad. Lo cierto es que no sé qué opinarán sobre cómo llevo físicamente los treinta y uno, pero ya casi que me da igual, porque novio no me echo ni a tiros. Es lo que tiene este mal carácter forjado desde 1988. Lo importante es seguir cumpliendo y sobre todo seguir riendo, porque si no, no voy a llegar a empezar la cifra con el cuatro. 

Pensando yo en todo esto, recordaba cómo cuando estaba sólo a falta de unos días de cumplir cinco años, me decía a mí misma: “Jo, Irene, cinco años, ni tan mal. ¿Te imaginas cuándo sean diez? ¡Buf, falta muchírrrrrmo para eso! Los quince… ya no te quiero decir. A lo mejor no llegas  allá” Y ahora tengo algo más del doble, vaya por Dios. Les juro que pensaba realmente que quizá no llegase a cumplir los quince, porque me parecía que eso quedaba en la lejanía más absoluta. Me gustaría tener a esa niña enfrente y preguntarle cuántos años cree que tienen sus padres… Era un cuadro yo. Lo de los números y calcular nunca fue lo mío, está claro. 

Ahora, me dedico más bien a echar cuentas de si entre todos mis achaques físicos, junto con la media de la esperanza de vida en mujeres españolas y sumando a esto el consumo de alcohol y tabaco, me dará para llegar a los noventa y pico o cien. Porque a mi menos no me gustaría vivir, sinceramente. Ya puestos a estar aquí, quedémonos molestando un rato. Además, siempre hay cosas qué hacer en este mundo. ¿Se imaginan, por ejemplo, que fuese yo la primera nonagenaria colaboradora de este periódico? Menuda risa. La cruz al mérito me deberían de dar después de, pongamos redondos, sesenta años de servicio. ¡Ja! Carlos, ve tomando nota. 

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