Confieso que las disputas entre las parejas de baile políticas me causan aburrimiento. Seguí con distanciamiento el divorcio entre Suárez y Abril Martorell; me produjo indiferencia el enfrentamiento entre guerristas y devotos de Felipe González; asistí con sensación de dejà vu al distanciamiento entre Zapatero y Rubalcaba, y ya la separación de Aznar y Rajoy se encuadró en la materia de ese novelón, en el que también han entrado a formar parte Iglesias y Errejón, es decir, que los autodenominados nuevos vienen a tropezar en el mismo pedrusco que los tradicionales. Sin embargo, hay aquí un nuevo manejo de la mandrinadora estalinista, un estalinismo del siglo XXI, menos salvaje en lo formal, pero igual de cruel en lo personal.
Se han suprimido “los hábiles interrogatorios en la checa”, no hay deportaciones a Siberia y ha aparecido una taladradora de de gran eficacia: las redes de internet. La primera parte es la misma: lo importante es el pueblo, nuestro enemigo es el capitalismo, y nosotros estamos unidos y lo único que nos separan son matices ideológicos. A continuación, se pone en funcionamiento la mandrinadora estalinista, y no queda en el puente de mando ni un desviacionista.
El lento imparable taladro, que agujerea las firmezas de Errejón y sus seguidores, no parará hasta su eliminación o su irrelevancia. Son los viejos perros del estalinismo con los collares de las redes sociales. Ya no es el tren hacia Siberia. Ni el fusilamiento. Son los ceses “objetivos” en beneficio de “la gente”. ¡Me suena tan tradicional...!