El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, no firma el acta de defunción del pacto a tres por la izquierda y ya está matando antes de nacer el intento de pacto a tres por la derecha. No parece lo más coherente con las persistentes declaraciones de rechazo a una nueva llamada a las urnas. Menos aún con su voluntad de poner los intereses generales por encima de los de su partido. O los suyos propios: “No seré presidente a cualquier precio”, ha repetido hasta la saciedad como prueba de adhesión al principio del bien común por encima de todo.
La semana pasada se produjo el sonoro portazo de Pablo Manuel Iglesias al tándem PSOE-Ciudadanos. Dos dirigentes socialistas, César Luena y Antonio Hernando, reconocieron después que la negociación a tres por la izquierda estaba en un callejón sin salida y dieron por fracasado el intento con duras descalificaciones a Podemos y su líder. Pero el pasado martes, ante los parlamentarios socialistas, Pedro Sánchez volvió a dirigirse a Iglesias para apremiarle a “poner en marcha el gobierno del cambio”. Aún más. Añadió que todavía es hora de decidir entre “unirnos las tres fuerzas sin exclusiones y sin vetos” o de “dar una segunda oportunidad a Rajoy”.
Lo más interesante del discurso de Sánchez fue el pasaje en el que dijo con toda claridad que lo malo para España es la continuidad de Rajoy como presidente de Gobierno y lo peor sería repetir las elecciones para darle una segunda oportunidad. La lógica de ese argumento nos lleva a suponer que Sánchez hará todo lo posible por evitar las elecciones. Por ahí va esa mano tendida de ultima ahora a Podemos. De acuerdo. Pero si se consuma el fracaso, ¿no serviría esa misma lógica para mantener la neutralidad –que no es gobernar en coalición con el PP– ante un posible desbloqueo de la situación por la derecha, con tal de evitar el mal mayor de una repetición electoral?
En vísperas de la tercera ronda de consultas del rey prevista para los próximos días 25 y 26, es el fondo de la cuestión, la pregunta abierta en torno a la teoría del mal menor. Algunos consideramos relevante el hecho de que, hasta el momento, Pedro Sánchez no haya dicho alto y claro que prefiere repetir elecciones antes que facilitar un Gobierno del PP. Cuando lo diga, elevaremos a definitiva la conclusión de que tenemos una clase política incapaz de rescatar a España de la incertidumbre y el vacío de poder. Y otros tendrán motivos para reprochar a Sánchez que prevalecieron su interés y el de su partido.
Reconozco que Pedro Sánchez no contempla la abstención en la eventual investidura de un candidato del Partido Popular, vetada de antemano por el Comité Federal. Pero también siento una enorme curiosidad por saber cómo argumentarían los socialistas, a la luz de los intereses nacionales, el mal menor de unas elecciones.