Nuestra querida Coruña sigue sufriendo. No sé cuánto más puede aguantar porque el mantenimiento por inercia hace mucho tiempo que se agotó y da la impresión de que la ciudad no reacciona. El episodio de Alcoa es uno más, el último de momento, que refleja la decadencia de una ciudad que siempre brilló por su capacidad emprendedora y por la generación de riqueza y empresas que han triunfado y triunfan en el mundo entero.
Quizá peque de nostálgico, pero echo de menos nuestra pujanza, nuestra resiliencia para enfrentarnos al presente y al futuro. Con Alcoa no solo se pierden cerca de 700 empleos entre directos e indirectos, el sustento de miles de personas, se consolida, además, la idea de la decadencia de la marca Coruña, que siempre sirvió de aval para el emprendimiento. Antes fue la Fábrica de Armas, que se apaga en sus estertores y tampoco la administración supo orientar la potencialidad de la empresa para hacerla rentable de nuevo.
Son dos casos claros de la incompetencia de la política a la hora de resolver problemas, más allá de las palabras y las promesas. Pero tampoco esta fue la primera bofetada a la ciudad que, desde el episodio capitalino del año 82, no hizo más que perder posiciones ante la indolencia y el silencio de muchos que nos tachaban de catastrofistas a aquellos que advertíamos de lo peligroso de la situación y nos tildaban de antitodo. No era verdad ni lo es hoy tampoco, no somos anti-nada, solo mostramos amor por nuestra ciudad cuando alertamos de posibles males que la amenazan. Sumen la Capitanía, la Comandancia de Marina, Fenosa, Fadesa, Banco Pastor, Caixa Galicia, Fábrica de Tabacos, el pequeño comercio o también y antes, el Banco del Noroeste o el de La Coruña, bien podría alargar esta lista hasta cansarles o, quizá, deprimirles, pero no se trata de eso.
Intento despertar conciencias que quieran ver la realidad que dificulta nuestro presente y aleja de la ciudad el futuro de nuestros hijos. Fíjense que pocos de los ejemplos mencionados tienen que ver con la crisis que nos azotó recientemente y ya amenaza con volver a hacerlo. Son pérdidas que responden a la indefinición de un modelo de ciudad que se desdibujó desde que los distintos gobiernos municipales del postvazquismo, no supieron definir y defender y, sin un proyecto de ciudad definido es complicado seguir una hoja de ruta y saber por qué merece la pena luchar y cuáles son los bienes a proteger, más allá del cortoplacismo que algunos mandatarios han practicado. El actual es quizá el peor ejemplo de los que podríamos recoger. Por todo esto nuestra querida Coruña necesita una reacción que bien pudiera sustanciarse en las elecciones municipales en las que podremos elegir a una cabeza ordenada que sepa defender los intereses de la ciudad a largo plazo.
Que sea capaz de conducir nuestra energía inagotable para traducirla en progreso, que genere estabilidad y serenidad para las castigadas familias coruñesas. Aquella o aquel que sepa recoger y sumar sinergias podrá ser la alcaldesa o alcalde que Marineda necesita. Lo contrario será prolongar una decadencia que nos empobrece a todos y borra la huella de la gran Coruña que fuimos. Este es el coruñesismo de hoy y es urgente.