El caballo y la rata

en la era del caballo, el hombre se puso el mundo por pradera y se lanzó a la conquista del planeta. Galopó por tierra y mar, hasta más allá de donde la imaginación se atreviera.
En esa aventura forjó el alma de la que iba a ser la civilización que gobernara su destino de uno a otro confín. Lo hizo amasando fuego, sudor y sangre, pero lo hizo. Construyó destruyendo, pero lo hizo.
Fue capaz de atarse a la espada y a la piedra, al valor del soldado y al coraje del campesino, al saber del estratega y a la ternura del alfarero. Erró y acertó el hombre, y buscó poner a su nombre y al de sus gobernantes y países todo cuanto encontraba a su paso. Todo cuanto a su paso fue capaz de someter a su voluntad. Fueron siglos de fuego y maza. Tal vez un crimen, pero lo fue y como en todo crimen hubo víctimas y verdugos, pero las hubo.
A esos tiempos de esplendor, aún en la brutalidad, sucedieron otros más oscuros dando inicio a la era de la rata, ese ser falto de nobleza que se mueve por las cloacas devorando basura. Ocupándolo todo sin hacerse visible en nada. En estos tiempos el hombre no construye, ni destruye, se limita sencillamente a vivir de prestado convirtiendo en ruinas los magníficos edificios de las ciudades que dejó tras de sí el hombre caballo. Desde ese ser de inmundicia se postula como esperanza de lo humano y garante del futuro de la humanidad.
Esa fue la Europa de ayer, esta, la de hoy.

El caballo y la rata

Te puede interesar