2021 ¿Año nuevo?

El mensaje oficial y por tanto políticamente correcto es que ayer empezó una nueva vida, un mundo nuevo que abandona las cargas del pasado y que da paso a una etapa de ilusiones renovadas que encontrarán en el recién nacido año su mejor aliado para vivir un tiempo feliz que, por otra parte, tanta falta nos hace. Detrás de esta declaración de intenciones buenistas, los ciudadanos de a pie nos encontramos con nuestras realidades, las cotidianas, las de verdad y en tal momento la oficialidad de lo políticamente correcto choca de frente con nuestras incertidumbres que, a pesar del nuevo dígito en el calendario, no han cambiado nada desde el “ya lejano” 31 de diciembre del 2020. Es más, este año empieza peor que su predecesor. En enero del año pasado los gobernantes no valoraban un virus que, según quien lo date, andaba ya suelto desde diciembre de 2019 y por lo tanto la ciudadanía convivía desde la ignorancia con el “bicho” con total naturalidad. Científicos apolíticos dicen que en aquellos tiempos algunos casos de gripe podían ocultar coronavirus que, por desconocido, se confundía en sintomatología con la gripe tradicional. Por el contrario, este año nace bajo la amenaza de una tercera ola del Covid asesino y del que, ahora sí, estamos avisados. Por ello, el miedo nos acompaña desde el día primero del nuevo año. Es verdad también que ya se está distribuyendo una vacuna que debe salvarnos de esta pandemia y que, a juzgar por la euforia vendida desde el gobierno, nos librará de todos los males. Las prisas y las ansias de los responsables políticos han acelerado este proceso vacunal mientras de nuevo los científicos entienden que el suministro del fármaco tiene más que ver con un desarrollo de la fase 3 en la experimentación de la vacuna que con la realidad contrastada en cuanto a la efectividad de la misma. En otras palabras, se sabe que la vacuna no causa daños salvo en casos de personas con alergias u otras patologías y que puede ser efectiva, pero a fecha de hoy es una prueba experimental con una muestra gigantesca de población que la recibe con la necesidad de aceptar sus bondades en base a una fe ciega que exige tiempo para confirmar las expectativas generadas. Tan es así que Pedro Sánchez no dudó en colocar unas pegatinas enormes en las cajas que transportaban las vacunas para vender a los ciudadanos que la vacuna era del gobierno. Es más, una diputada socialista afirmó que las vacunas las pagaba “el gobierno de Pedro Sánchez”, en un ejercicio de vileza política sin precedentes. No se veía al gobierno por ningún lado en los ataúdes de los más de 70.000 fallecidos por la pandemia ni tampoco en los camiones españoles que, a esta hora de hoy, aún siguen retenidos entre el Reino Unido y Francia. Aquello de “salimos más fuertes” se quedó como un slogan publicitario en el que se enterraron varios millones de euros. Ahora que Reino Unido ya no está en Europa y por lo tanto esta es más pequeña escucharemos que “Europa sale más fuerte tras el Brexit”. Porque 2021 también nos trajo la salida del hijo pródigo anglosajón y con ello un acuerdo que aleja, todavía más, el final del colonialismo gibraltareño que rompe la “piel de toro” que dibuja nuestra orografía. En cuanto a la economía seguimos la senda del pasado año, las cargas crecen, también los impuestos y el paro y sus colas del hambre no paran de engordar. Vivimos también pendientes de si el gobierno indulta a los golpistas catalanes antes o después de las elecciones catalanas, pero todo apunta a que será también en 2021. La calculadora electoral de Moncloa echa humo que sirve de cortina para que Illa se vaya de candidato a Cataluña en plena tercera ola de la pandemia. Me apunto a esa viñeta que corre por las redes en la que un personaje de Snoopy felicita el año nuevo a su amiga y esta le responde: “Me basta con uno usado. ¡De aquellos en los que se vivía mejor!” El nuevo año amigos, nace viejo.

2021 ¿Año nuevo?

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