LOS bulldozers ya están, al fin, en Riazor. No, no se trata de que el Deportivo haya fichado a dos centrales argentinos tan dados a sachar piernas como sus abuelos leiras antes de emigrar. Tampoco de que de una vez por todas se haya resuelto una complicada negociación como aquellas que llevaban a Lendoiro a Brasil y, casualmente, lo retenían una semana en Río de Janeiro. Simplemente se trata de que las excavadoras han empezado la tan necesaria sustitución del césped. Primero fueron las butacas de las gradas y ahora el terreno de juego, que en ambos casos dependen del club. Ya solo falta la cubierta. A ver si el Concello se decide de una vez a arreglarla, más que nada para que no haya una gotera sobre la localidad del alcalde y se acatarre.