En unos días comenzamos en España una ristra de elecciones políticas que pueden, cambiar el panorama del estado, o dejarnos en la triste tufarada actual, de hongos inmorales y actos corruptos que contaminan el aire, llegando, en momentos, a casi ahogarnos.
El Desgobierno actual, hace lo que quiere, sin respeto alguno a las promesas del programa electoral, cambió los salarios, educación, sanidad pública, ahogó la memoria histórica, hizo desaparecer las subvenciones a proyectos de investigación que nos mantenían en la consideración internacional de la industria española, etc. etc.
Las encuestas, de las próximas elecciones indican que no habrá mayoría absoluta por parte de ningún partido.
Por otra parte, recuperan la ilusión con las nuevas oportunidades, cuyo capítulo principal enarbola la lucha por la ética humanista y la moral anticorrupción, hasta tal punto que piden: aquel que mienta en el parlamento, deberá dimitir como diputado. ¡Ojalá podamos verlo!, será emocionante, y podremos confirmar que la transición en este país, ha terminado.
La mayoría absoluta no es deseable por dos razones: consigue abolir la democracia, los derechos y libertades, y se pierde la esencia política que es la retórica. Me explico, pero voy a comenzar con un ejemplo de suma actualidad.
En este país se aprobó una ley para combatir las evasiones de capital y dicen que regularon su situación más de tres mil (o 30.000) españoles. No sabemos quiénes fueron, pero entre todos esos hay unos 705 que pueden ser encausados, porque una parte del dinero lo consiguieran ilícitamente, incluso puede ser dinero pagado por los españoles a Hacienda, o de comisiones o bancos o cajas esquilmadas. Los que aprobaron esa ley, introdujeron un artículo por el cual, no se podrá conocer quienes son. Es decir, ampararon al delincuente, que sin duda, es un personaje de los altos niveles de riqueza del país, muy de la esfera de ellos mismos, de los legisladores mayoría absoluta. Ahora, piensen, que uno, o cuarenta de esos defraudadores los metan en las listas electorales, sin desearlo, llegaremos a encumbrar a corruptos. No puede ser, si no podemos saber quienes son, ¡que se prohiba que vayan en las listas electorales! Son muchos los casos que conocemos de pillos y ladrones, de norte a sur, de este a oeste, pasando por el centro.
A) Las mayorías absolutas, machacan, prescinden y anulan derechos y libertades. Si la mayoría de un partido controla el parlamento, ¿para qué abrir el parlamento?, mejor es cerrarlo hasta la próximas elecciones. No voy a repetir lo que todos ustedes conocen y comentan en las cátedras, tertulias, peluquería o pescadería. Estamos hartos de que hagan lo que quieren esos representantes de la mayoría, mayoría que ya no tienen en realidad, porque muchos que les votaron reniegan de ellos.
Han cambiado el programa por sus intereses de grupo económico, y gobiernan para ese grupo dominante-capitalista. Ellos, que apoyaron una guerra para, decían, recuperar la libertad y el sentimiento religiosos católico, están actuando como cualquier partido comunista cuyo programa es sagrado, e intocable, porque están en la verdad absoluta y a la fuerza hay que tragarlo. Esos responsables repiten aquella frase denostada y denostable: “el pueblo no necesita pensar, ya pensamos nosotros por ellos”; y la verdad es que piensan “contra muchos” y, no sólo piensan, sino que actúan movidos por intereses bastardos para el ciudadano. Tanto camino y tantos esfuerzos, para llegar a esta posada. No hay libertad para introducir enmiendas, no hay libertad para constituir una comisión de investigación sobre temas muy importantes, no hay libertad para manifestarse “con ira”, porque no somos santos y vamos cansados de hacer lo que nos imponen.
B) La política es el arte de la retórica, del discurso para convencer, es la “lucha de la palabra”. Desde los griegos, que fueron quienes inventaron la retórica en sus diversas modalidades, el gobierno de los pueblos tiene por esencia el discurso hablado.
Comienza en la presentación de los candidatos para conseguir el poder, si bien es verdad que en este caso, el discurso es una mezcla sutil de información y propaganda; las exposiciones en el ágora, y los discursos del juez areopagita en el areópago en Atenas, duro parlamento que llamó a cuentas al mismo Pablo de Tarso. Todo lo contrario de una diatriba, de un debate, es el “mando y ordeno”, somos mayoría, aplicamos el rodillo y al que no le guste que se aguante.
Veremos lo que ocurre en las próximas elecciones generales. Por lo que llevamos observado, pueden ser de una gran riqueza expositiva, con fluidez en la argumentación y firmeza y claridad de conceptos. Los nuevos candidatos, los jóvenes, y no tan jóvenes, parecen venir de otra escuela y es agradable escucharles, se mueven en el dominio de la retórica con gran elegancia, es impensable que respondiesen a una pregunta en un foro de diputados “los datos del fraude son la repera patatera” como hizo el señor director de la Agencia Tributaria, muy elegante, eso sí, en su vestimenta y corte de pelo.