¿Es la justicia un cachondeo?

Cuando preguntaron a Felipe González en qué consistía el cambió que llevaba en el programa electoral de 1982, contestó: “que el país funcione” y con la perspectiva que da el tiempo se puede concluir que el país empezó a funcionar. Pero hay algunas excepciones, como la Justicia que no es el servicio ágil y eficiente propio de un Estado moderno.
Sobran ejemplos y entre ellos cabe citar los procesos que se eternizan, se desinflan y se pierden en la instrucción o se anulan por defecto de forma. Este es el caso de la trama de las adjudicaciones irregulares en Castro de Rei, cuya instrucción acaba de anular la Audiencia Provincial de Lugo, porque las pruebas fueron obtenidas de modo irregular. La misma Audiencia emitió otro auto hace unos meses anulando la instrucción del caso de las multas, también por defecto de forma.  
A un profano del derecho le llama la atención que la instrucción de los dos sumarios anulados fuera hecha por la misma jueza y que el auto de la Audiencia diga que la instructora, consciente de lo que hacía, “por sí y ante sí, decide de manera arbitraria asumir la competencia investigadora que no le correspondía” en una causa que debía haber enviado al juzgado decano para su reparto entre los juzgados de instrucción de Lugo.
Esta forma de actuar de la juez encaja en lo que se entiende por prevaricación. Por otra parte, el auto que anula la instrucción libra de culpa a los acusados, entre ellos el alcalde y tres concejales de Castro de Rei, pero les arrebata la posibilidad de demostrar su inocencia y liberarse de las sospechas que pesan sobre ellos, porque nulidad no es lo mismo que absolución, aunque la consecuencia sea la misma. Y nos priva a todos de saber la verdad.
Por todo esto lo que más llama la atención es que, después de cinco años y cientos de horas de investigación “anulada”, aquí nadie es responsable de nada. En la Administración de Justicia nadie dimite –o es sancionado– por el trabajo mal hecho. Salvo Baltasar Garzón y Elpidio Silva, que fueron expulsados de la carrera judicial por instrucciones defectuosas.
En los primeros años de la transición Pedro Pacheco, entonces alcalde de Jerez, sentenció que “la justicia es un cachondeo”. Fiascos procesales como los de Lugo y otros –¿seguirá la misma suerte la operación Pokémon?– invitan incluso a ir más allá de lo dicho por aquel polémico alcalde y concluir, con todo respeto, que la Justicia es un desastre.

¿Es la justicia un cachondeo?

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