Pimentel se pone farruco

MARÍA Dolores de Cospedal, que reparte su tiempo entre la secretaría general del PP, el Ministerio de Defensa y ser la imagen de una peluquería de Honduras, no abrió la boca cuando trascendió que la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía (UDEF) relacionaba a su marido, Ignacio López del Hierro, con la trama de los Pujolone en África. Puede que sea porque tiene los nervios muy templados o como consecuencia del pernicioso heteropatriarcado. Igual él dijo: “chitón” y ella, sumisa, obedeció. En cambio, Manuel Pimentel, aquel ministro de Trabajo de Aznar que se marchó del Gobierno a la francesa y al que se ha recurrido un montón de veces como árbitro para arreglar conflictos que parecían irresolubles, y al que también se vincula a esa trama –que supuso un quebranto de 92 millones de dólares en las arcas del Estado– se puso como una pantera y amenazó con una querella a la UDEF. Si hubiesen hecho eso todos los peperos corruptos... ¡No le queda mili ni nada a Pimentel!

Pimentel se pone farruco

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