Una muerta que estaba muy viva

PERET, el rey de la rumba catalana –¿ahora habría que decir el presidente de la república de la rumba catalana?– se empeñó en que el muerto no estaba muerto, sino que estaba de parranda y acertó, porque se trataba de un tío al que le gustaba la fiesta más que a Pipi Estrada. A la sevillana Juana Escudero le ha ocurrido algo parecido. La administración se la cargó en 2010, pero desde entonces ni le ha dado por pasarse el día metida en un ataúd ni jamás ha cheirado a fiambre, pero muerta estaba. Siete años ha tardado en que el juez anulase su inscripción de fallecimiento, un logro que debería celebrar yéndose de parranda a ver qué sucede después.

Una muerta que estaba muy viva

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