Pablo Casado, por decirlo a la manera clásica, se encuentra entre Escila y Caribdis. En vísperas de que el Gobierno solicite otra prórroga del estado de Alarma, el líder de la oposición tiene que decidir el sentido del voto del PP a sabiendas de que si niega el apoyo o se abstiene, Pedro Sánchez -que en este asunto juega a la desesperada- le endosará la responsabilidad de un nada descartable repunte del número de contagiados por la gripe china.
Y, no sólo eso. Visto que Sánchez ha uncido la prolongación de los ERTE y las demás prestaciones sociales, incluidos los avales del ICO, a la vigencia del estado de Alarma, en el caso de que el PP no apoye la prórroga le echará encima a los millones de trabajadores que se quedarían en descampado. La situación es endemoniada y para salir del trance Pablo Casado deberá explicar muy bien su decisión. A Ulises le ayudaron los consejos del Tiresias, a Casado le ayudaría la retransmisión televisiva en directo del debate. No sólo la selección interesada de algún fragmento de su intervención.
El Gobierno sabe que ha cometido muchos errores e improvisaciones en la gestión de la pandemia aunque intente disimularlo con declaraciones tan extravagantes como las de la vicepresidenta Teresa Ribera explicando que el inferior número de muertes en Portugal se debe a que el país vecino se encuentra más hacia el Este que España en relación con Italia, el país europeo al que con más fuerza golpeó al principio la pandemia. Nada dice del caso de Grecia -144 muertos, 25.264 en España-.
En La Moncloa saben que la evolución de la gripe china y el sobrecogedor número de fallecidos van a marcar el destino del Gobierno de coalición. No era este ni de lejos el escenario con el que Sánchez había soñado para esta legislatura. Sus planes de la mano de Iglesias estaban diseñados para culminar cuatro años. A la luz de la hecatombe provocada por la epidemia ese horizonte ha cambiado. Los sondeos de intención de voto pronostican una bajada notable del PSOE y un crecimiento del PP a costa de Cs y de Vox. Desde las comunidades autónomas con compromisos electorales cercanos reclaman el fin del estado de Alarma. En términos políticos el responsable de los errores de la gestión de la epidemia es el Gobierno, pero tal como están planteadas las cosas Casado corre peligro de caer en la trampa que le ha preparado Sánchez el próximo miércoles. La política tiene una componente perversa que explica este tipo de situaciones.