torra sigue tensando la cuerda. Asiste a la inauguración de los Juegos del Mediterráneo que se celebran en Tarragona –acto presidido por el rey–, pero proclama que será la última vez que él o cualquier otro miembro del govern participará en un acto organizado por la monarquía. Es el anuncio de un desplante que apareja un pulso al Estado. Al añadir que en “Cataluña mandan los catalanes”, desafía la legalidad que emana de la Constitución. Y, al proclamar que el 1 de octubre triunfó la república y el 27 de septiembre se proclamó la independencia, arrumba el Estatuto de Autonomía y se coloca en una senda que desborda la ley .
El anuncio de que el presidente de la Generalidad no asistirá a actos presididos por el rey es un desacato meditado y, por tanto, cargado de intención. Es un pulso al Estado. Asistimos a la segunda parte de una estrategia consultada y avalada por Puigdemont el prófugo que parece manejar a Torra a la manera como los ventrílocuos lo hacen con sus muñecos.
La primera parte de esa estrategia fue la carta al rey firmada por Torra, por Puigdemont y por Artur Mas. La carta que, con arreglo al ordenamiento institucional, la Zarzuela trasladó, sin comentario alguno, a La Moncloa dejando a disposición del presidente del Gobierno su eventual acuse de recibo.
Pedro Sánchez tiene intención de recibir a Torra el 9 de julio. Especialistas como son en proclamar agravios , los separatistas han convertido el discurso pronunciado por Felipe VI el 3 de octubre del 2017 (en el que señaló la deslealtad de las autoridades catalanas al Estatuto y a la Constitución), en el último de los agravios de los que dicen sentirse víctimas. Es una cantilena de letra conocida. El victimismo como táctica política está en el ADN de los separatistas. Llevan décadas practicándolo con éxito acudiendo incluso a la falsificación de la Historia. Para su parroquia la Guerra de Sucesión (1714) fue una guerra de “secesión”.
En esa misma línea de creación de una realidad paralela hay que insertar el anunciado desplante a los actos que en futuro pueda presidir el jefe del Estado. A la vista de cómo están rodando las cosas quizá Sánchez debería modular su agenda catalana. Intentar rebajar la tensión es un objetivo razonable pero “negociar” exige lealtad por las dos partes y es difícil creer que Torra se comportará lealmente.