la afición blanquiazul está que trina con la dinámica de resultados negativos que se han cosechado en el transcurso de una Liga que resulta un auténtico quebradero de cabeza y que no se soluciona ni con una buena dosis de analgésicos. Poco disfrutamos con un grupo del que siempre dije que me parecía lo suficientemente competitivo para hacer un papel más que digno. Pero lo resultados me llevan por el camino opuesto y me generan frustración. Enorme frustración. Es cierto que este Dépor no tiene en sus filas a un Beckenbauer, ni tampoco a un Messi o un Ronaldo, pero insisto, ya lo dije más veces, existen jugadores muy aceptables en esta plantilla, pero la rumorología nos hace ser mal pensados y desconfiar de lo que puede o no estar pasando en el vestuario. Tanta desidia, tanto disparate, tanta desilusión, tanta indiferencia, tanta desgana, tanta apatía, tanta pasividad, la escasez de ideas… nos lleva a pensar en lo peor. Hay quien me pregunta, y otros colegas que también están en la misma onda: ¿está pasando algo en el vestuario?
La salvación del Deportivo parece cuestión de horas. Pero siendo honestos es un auténtico milagro que el club coruñés salve la categoría. Indudablemente, lo tiene todo en sus manos para conseguirlo. Incluso perdiendo los tres partidos que restan para cerrar este curso. Seríamos unos ingenuos si mirásemos para otra parte y solo nos quedásemos con la parte positiva a pesar de que solo ganamos un partido fuera y tardamos nueve jornadas en anotar el primer gol lejos de Riazor.
El equipo está como un flan y su inseguridad es palpable. Hay desaprobación general, porque esto no da para más. Y seguro que el domingo salvamos los muebles ante el Español. O quizá, una vez más, Osasuna, Granada, Sporting y Leganés nos pondrán la alfombra roja para que paseemos nuestras vergüenzas futbolísticas y disfrutemos un año más entre los ricos del fútbol español. Como argumentó Pepe Mel, yo también me quedo con lo positivo y me olvido de la realidad. Al fin y al cabo es lo que importa.