Rivera se sube al ring

ALBERT Rivera, el político antes conocido como Adolfo Suárez, se excedió con los chocrispis en el desayuno y de buena mañana en vez de repartir abrazos soltó unas labazadas terribles. El destinatario de la malleira era Pedro “La sonrisa” Sánchez, o sea, que imagínese usted lo que le importó al podemizado secretario general del PSOE, a quien le da igual que del cielo le caigan clavos que maná. Pero una cosa es lo que significan las palabras y otra el efecto que producen, y en este caso lo importante estaba en lo que decía el hombre naranja, que estuvo certero. Rivera afirmó que si el líder socialista no es capaz de defender la unidad de España –se negó a que su partido respaldase la propuesta de Ciudadanos de apoyar al Gobierno, a los jueces y a los funcionarios en todo el asunto catalán–, no podría presentarse a presidente del Gobierno. Tiene toda la razón, pero qué le importa a Sánchez, que ya tiene su plan para después del 1-O y pasa por dar un premio a los pobrecitos independentistas.

Rivera se sube al ring

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