La moción de censura de Vox contra el Gobierno de coaliciónPSOE-Podemos, anunciada para los revueltos idus de otoño, nodesembocará ni de lejos en la sustitución de Pedro Sánchez porSantiago Abascal en Moncloa, aunque esa es la teórica finalidadde una moción “constructiva”.
Solo en ese sentido, puede decirse con conocimiento de causa quese trata de un movimiento estéril. Simplemente, por el inapelableimperativo de una matemática parlamentaria que descalza deantemano ese improbable sueño de Abascal. Pero no digamos deentrada que no sirve para nada. Cualquier debate de política general, y éste lo es, retrata a susactores. Si el contexto se presenta tan encendido como prometenlas elecciones catalanas, la psicosis de pandemia, el malestarsocial, la inestabilidad política y el escenario de ruina económicaque se avecina, las particulares intenciones de Vox decaen. O sea,pasan a segundo plano en la narrativa del resto de fuerzas, PSOEy PP, especialmente.
Alguien ha reprobado la iniciativa porque “nos distrae de loimportante”. Verdad a medias. Todas las fuerzas políticas estánobligadas a pronunciarse sobre lo importante en el templo de lapalabra, sea Agamenón o sea su porquero quien hace el legítimo,legal y democrático llamamiento, según viene reglado en elarticulo 113 de la Constitución.
Es, sin más, y aunque solo fuera eso, una ocasión de abordar lasituación del país, más allá de que nos parezca extravagante eldiscurso de quien se propone para hacerlo mejor como presidentedel Gobierno. Y Sánchez se queda a medida salida si despacha elreto con la mofa que el miércoles pasado le dedicó a Abascal porculpar de todos los males del país a “los comunistas, los chinos ya mi mismo”. La cuestión es otra. Véase cómo los rastreadores de la iniciativase centran en repartir ventajas y desventajas entre Sánchez yCasado. Cuando los analistas se preguntan a quién beneficiará y aquien perjudicará la moción de censura, solo se fijan en elpresidente del Gobierno y en el líder del principal partido de laoposición, que no es precisamente Santiago Abascal.
Vox es el pretexto para tomarle la temperatura al que manda y alque puede mandar. Eso quiero decir. Son Sánchez y Casado losque se examinan. Me parece acertado tomárselo como unasegunda investidura de Sánchez. O una revisión de la primera.Pero la alternativa no es Abascal, sino Casado. También se la juega del líder del PP.