Flaco favor se han hecho y les han hecho a los emigrantes. Unos, ellos mismos, dejando una imagen terrible de agresividad y violencia, un retrato que salpica a todo un colectivo cuya inmensa mayoría da ejemplo, junto a la población nativa, de convivencia, integración y enriquecimiento mutuo. Los otros, sus pretendidos “salvadores” y “defensores”, retratándose a sí mismos, con sus soflamas y berridos ante cámara y barritos por la red, en lo que realmente son. Criminalizando de inicio y por consigna a la Policía, mintiendo con desvergüenza para trasformar un desgraciado episodio personal, un infarto y a la ayuda profesional y solidaria, que municipales y Samur intentaron prestar, en una agresión brutal. El sistema de los “antisistemas”: agitar a las gentes con falacias hasta convertirlas en una turba destructora, saqueadora, incendiaria y violenta y convocar a las tropas orcas al redoble del tambor de twitter ofreciéndoles la coartada de que la destrucción que puedan ocasionar y la violencia que puedan aplicar contra la Policía y todo lo que por delante, son comprensibles y justificables.
La culpa, en todo caso, será primero de la persecución policial “asesina” y después, y en todo caso, cuando se destapa la mendacidad, del “capitalismo” perverso y mundial. Nada mas lógico entonces que la consecuencia el resultado sea el grito y el intento, de “Vamos a quemar la ciudad y que se entere el mundo entero”. Se han pegado, aunque no sean conscientes, más que un tiro en el pie. Los ladrillazos y las llamas, los intentos de linchamiento y los incendios y saqueos en edificios y negocios, están cayendo sobre su tejado, sobre los jirones de su prestigio y sobre los restos de su crédito. Porque ese Madrid es el suyo, el que gobiernan, el de Carmena, el de podemismo que se revela ya no solo incapaz de gestionar una crisis y apagar un fuego sino como el pirómano enloquecido que pretende sacar rédito político de las llamas. Una especie de “neronismo” aplicado al Madrid del siglo XXI. Pero se les han visto las vergüenzas por debajo de la toga.
Como también han quedado destapados sus voceros. Porque algo habrá que decir de quienes ofrecen y hacen de los medios de comunicación elementos de desinformación y agitación. ¿Nada que rectificar cadenas de televisión, digitales y otros utensilios en nada destinados a la búsqueda de la verdad y al servicio a la sociedad, lo que presumen, sino propaladores de la mentira (ahora llamada post verdad o fake news para disimular) sino instrumentos del agitprop y la manipulación, lo que son? Descuiden: Nada rectificarán. Silenciarán los testigos, los hechos, las pruebas y a todo aquel que ose contradecir lo que su catecismo y sus consignas. Es más, a quien levante esa voz, a quien se atreva a decir la verdad, lo crucificarán.
Pero esta vez se les ha ido la mano. Porque la sociedad en su conjunto, los ciudadanos de Madrid en particular, los habitantes de Lavapiés, los emigrantes que han llegado hasta aquí no están en eso, no quieren verse envueltos en el humo de los incendios, ni esquivando ladrillazos, no quieren que les quemen sus motos, ni que les destrocen las ventanas y las puertas y les incendien los contenedores y los portales. No lo quieren ver ni lo quieren sufrir. Y si ese es el laboratorio de los experimentos podemitas, ellos no quieren ser sus cobayas y, si este es el resultado del Madrid de Carmena, ellos se van a salir de esa jaula. Aunque no es imposible que sea la propia Carmena quien acabe por salir corriendo también. Porque han sido sus concejales los pretorianos que han prendido el fuego. Un fuego que anuncia cenizas. Podemos empezó a perder en Lavapiés al comienzo de esta primavera, las elecciones que lo escobarán la que viene.