Hay actividades que no se cumplen en su totalidad si no es con presencia física y en grupo. Su desarrollo sólo en virtual puede estar justificado en situaciones críticas como en los momentos álgidos de la pandemia en curso. Pero Gobiernos e instituciones tienen ante sí el reto de estar preparados e ir abriendo caminos hacia eventuales escenarios de normalidad.
Ahí anda, por ejemplo, la UEFA queriendo llevar poco a poco de nuevo a los espectadores a los estadios. Y es que, a su juicio, el fútbol ha demostrado que puede continuar en tiempos difíciles, pero sin aficionados en las gradas -ha dicho- “ha perdido algo de su carácter”. En la misma línea, el papa Francisco exhortaba semanas atrás a ir recuperando el culto litúrgico en comunidad.
En este sentido, uno de los espacios sociales donde también en buena medida o más se requiere la presencialidad es en las aulas. Responsables políticos y comunidad educativa insisten estos días en que todos los esfuerzos deben ir dirigidos a lograr la vuelta a la clase presencial, con toda la reducción posible -eso sí- de riesgos y con una amplia cartera de alternativas para situaciones de todo tipo.
Profesionales de la pedagogía, la didáctica y la psicología insisten en la importancia de la convivencia con otros niños y adolescentes. A juicio de buena parte de estos especialistas, permanecer en casa sin tener interacción con otros muchachos les generó mucho estrés durante el tiempo del confinamiento doméstico. Por regla general la socialización es importante y permite aprender cosas diferentes a las que pueda aportar el núcleo familiar.
También destacan la cercanía humana y social que supone ir a clase y la aportación que ello implica. Se aprende más allá del libro. Y los profesores saben que en la escuela hay todo un currículum oculto que también es enseñanza.
Bien ha escrito el ex conselleiro Celso Currás que los dos grandes problemas creados por la pandemia en el ámbito educativo han tenido que ver con la equidad -la igualdad de oportunidades- y con el gran descenso del nivel académico. Con respecto a la primera, la vuelta a la enseñanza presencial es decisiva, pues la escuela ejerce una gran labor compensatoria, mientras que la coexistencia de ésta y la modalidad a distancia agravaría más las desigualdades.
Por lo que se refiere al nivel académico bien dice también que no resultaría buena la excesiva flexibilidad habida en las pasadas notas fin de curso, en las que aprobados y promociones fueron generalizados. Con clases presenciales podrá evitarse, pero con una enseñanza a distancia caeríamos de nuevo en los mismos errores.
Así que, hay que ir a clase; es obligación, dice la ministro Celaá. Y sin miedos, aconseja Feijóo. En todo caso -añade éste- “bien podrá haber más peligro de contagio fuera de las aulas que dentro”. El curso que se avecina será, no obstante, otro curso atípico.