De prestaciones y felicidades

Proliferan los charlatanes de feria ofreciendo sus productos salvadores. Crecepelos a mansalva. Elixires de eterna juventud. Ungüentos para alcanzar trabajos sin las depresiones de finales de mes conque se nos castiga injustamente. Así hemos de crecer en milagros económicos familiares a dejarnos llevar por los mediáticos negativos que únicamente ven un futuro negrísimo. Convendría soñar y echar un vistazo al periódico de “sucedió mañana”, leyendo noticias favorables que compartir con amiguetes y allegados… Sucede, por arte de birlebirloque, mala praxis de aprendiz de brujo, que algunos aprovechados se frotan las manos y festejan los fracasos públicos que les posibilitarán asambleas de facultad a mano alzada conquistando el cielo con las manos. 
Tropecientas veces insisten en describirnos un panorama falso. Sometidos al látigo de la esclavitud. Sin otra salida que ese comunismo sataliniano de purgas, atrapado en un fracaso de vidrio con flagrante amenaza de abrirlo y desparramar por doquier los males de la caja de Pandora. Los hechos positivos no se reconocen ni valoran porque es hora de revanchas, castas y antisistema que pugnan por llevarse todo por delante. Se confunden los fines del Estado con los del individuo. Los primeros exigen contraprestaciones de servicios: Sanidad, Justicia, Educación, Seguridad, Fomento, etc. etc. La criatura humana, por contra, en su fragilidad busca ser feliz, abstracción de cuentas ideologías puedan condicionarla. Actitudes subjetivas. El ejemplo de Fleming advirtiendo que su droga curó pero que solo un buen vaso de vida da felicidad.
El ciudadano medio no quiere grandes declaraciones. Le basta el aperitivo y jugar la “partida” con los amigos. Ver una peli. Sufrir con el Depor. Ver a los hijos equivocarse solos. ¿Recuerdan las reflexiones del príncipe árabe sobre la brevedad de la vida? ¿O la camisa del hombre feliz que caminaba medio desnudo?

 

De prestaciones y felicidades

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