El llamado procès se ha convertido en un desbarajuste. Los costaleros del desafío al Estado están hechos un lío. Crece la sospecha de que todo puede quedar en nada, como ya ocurrió el 9 de noviembre de 2014. Un mar de dudas y síntomas de división a la hora de decidir por donde le van a tirar el penalti al Gobierno de la nación.
Una consejera que no se atreve a firmar el concurso para la compra de urnas. Un consejero que es cesado fulminantemente por decir en voz alta que el procès no va por buen camino. Un vicepresident, Junqueras, que cuenta los días que le faltan para reinar en Cataluña cuando las urnas dejen en la cuneta a los antiguos convergentes de Artur Mas y, por tanto, se cuida de no incurrir en alguna ilegalidad. Un president Puigdemont, que actúa libre del miedo a las urnas. No las necesitó para mandar en la Generalitat y no las necesitará después de romper la convivencia entre catalanes. Un PdeCat cautivo y desarmado por ERC que ya no se fía de Puiddemont. Un núcleo duro en la cabina de mandos del vuelo hacia ninguna parte y un resto de consejeros del Govern o dirigentes de partidos secesionistas a verlas venir. La máxima institución del autogobierno, a merced del radicalismo de la CUP. Y así sucesivamente.
La agitación de todos esos vectores termina en un teatro, que es el templo de la farsa, donde acaba de formularse una propuesta independentista cuyo arropamiento legal se remite a las sentencias de la Corte Suprema de Canadá, descifradas para la ocasión por una Sindicatura Electoral de Cataluña. La propuesta va empaquetada en una llamada ley del referéndum, antes transitoriedad, antes desconexión, antes ruptura. Ahora, derecho de autodeterminación. Y todo ello en ello en base al articulo 33, el de la real gana en lo que se refiere a censos, garantías, umbral de participación, cobertura legal, etc.
Menos mal que Jordi Turull, portavoz de Junts pel Si (plataforma parlamentaria de ERC y antiguos convergentes) nos recuerda que se trata de un borrador: “No es un documento intocable”. Lo cual no le impide, a él y a sus compañeros de este viaje a ninguna parte, referirse como si tal cosa a la posibilidad de implantar de la noche a la mañana la republica independiente de Cataluña. ¿Hasta cuando esta situación regida por las leyes del sueño, donde todo lo que ocurre es absurdo?