UNA piedra en el camino enseñó a alguien que su destino era rodar y rodar. El Deportivo debió aprenderlo y también rodó, pero no por el efecto de una piedra, sino de las decenas de chinitas que Jaime Latre, árbitro de fútbol y, por lo que se ve, aprendiz de cantero, fue sembrando por el césped del Bernabéu, que acabó pareciendo una playa mediterránea de cantos rodados. Es verdad que después llegó Sergio Ramos en plan barrenero y lo reventó todo, pero el colegiado ya había preparado el terreno. Solo queda el consuelo de pensar –y es verdad– que el Deportivo no defraudó, que es la moda que triunfa en el Madrid. Lo menos que podría hacer Montoro es mandar una carta de agradecimiento al club.