A medida que avanza a por el Tribunal Supremo el variado desfile de testigos y acusados, estremece imaginar lo que serían capaces de llevar a cabo los secesionistas, si lograran sus objetivos y alcanzaran el poder absoluto. Si se han saltado las reglas, han conculcado las leyes, y se han burlado de todas sus obligaciones ¿cómo actuarían en caso de no tener que disimular, quebrantar ni vulnerar normas y preceptos, porque las habrían redactado a su conveniencia?
Todo ese rebaño que bala odio e insulta a quienes les hemos encargado la penosa tarea de guardar el orden, toda esa recua de alcaldes, que emplearían la vara en apalear españoles ¿a qué grado de coerción y persecución llegarían?
Un tal Oriol Pujol, condenado a dos años y medio de prisión, ya está en la calle, tras cumplir ocho semanas. Misericordiosa Justicia Catalana. Si se decía que la Justicia Militar era a la Justicia, lo que la música militar era a la música, podríamos decir que la Justicia nacionalista es a la Justicia, lo que la objetividad secesionista es a la objetividad.
Si ahora, al sospechoso de no llevar lazo amarillo, lo señalan, lo persiguen, lo acosan, bloquean sus ascensos y le insultan, llegado el caso ¿cómo obrarían con todos los jueces nombrados por ellos mismos? ¿Volverían las mazmorras y el encadenamiento?
Si esta fiereza en la rebelión, posee tal grado de inquina y de aversión hacia toda persona que no piense exactamente igual que ellos ¿cómo sería esa sociedad bajo el mando autoritario de estos fanáticos?
Luego, se quejan de que les llamemos totalitarios, que es algo así como si no pudiéramos dudar de la castidad de las putas, porque su ideario, su actitud y sus objetivos son totalitarios en esencia. Y si yo viviera en Cataluña, al lado de estos resentidos, confieso que tendría miedo, mucho miedo. Porque tengo experiencia de lo que es el totalitarismo.