Prometeo y los políticos

Sería deshonesto y, sobre todo, inexacto utilizar el nombre de Prometeo, personaje de la mitología griega, para atribuirle la práctica de prometer en balde o prometer para no cumplir, como ocurre actualmente con los políticos.
La semejanza de Prometeo con los políticos se debe a haberse distinguido y parecerse a ellos por su “astucia y engaño”.
En efecto, Prometeo ofendió y ridiculizó al dios Zeus, abusando de su escasa perspicacia y lo hizo después de haberle robado el fuego y dárselo a los hombres. Por su afición al engaño, Prometeo procedió a dividir en dos partes a un gran buey: una, con su piel, carne y vísceras, que ocultó en el vientre del animal y otra, con los huesos, cubiertos de excitante y apetitosa grasa, lo que movió a Zeus a elegir esta última parte y desatar su cólera, al comprobar que, en realidad, la que había escogido era la de los huesos.
Defraudado Zeus por el engaño de Prometeo, procedió a quitar el fuego a los hombres, que el astuto Prometeo recuperó entrando sigilosamente en el Olimpo y devolviéndoselo a los desamparados mortales.
Decir que “lo prometido es deuda” es una frase retórica, sin influencia alguna en las decisiones y promesas de los políticos. Su incumplimiento no suele acarrear el castigo merecido, ni la sanción adecuada en el resultado de las urnas. Parece como si la sociedad estuviese vacunada contra el normal incumplimiento de las promesas y engaños de los políticos. En política, además, la deuda ni se paga ni se cobra; pero eso sí, se sufre y soporta.
Puede decirse que la frase “puedo prometer y prometo” que con tanta frecuencia y fruición utilizan los políticos, tiene, en cierto sentido, un origen “prometeico” por el engaño que encierra en relación con su dudoso cumplimiento.
Agradar y no molestar es la divisa electoral preferida; ofrecer un catálogo de mejoras sin exigencia ni contrapartida alguna, es construir en el vacío.
Como dijo Kennedy en su discurso de investidura como trigésimo quinto presidente de EEUU, el 20 de enero de 1961, “no preguntes lo que tú país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”.
La sociedad no puede resignarse a esperarlo todo del Estado ni de sus políticos; tiene que reaccionar y ofrecer iniciativas para que los poderes públicos atiendan sus necesidades, pues no debe olvidarse que muchas veces el clamor de la calle es más eficaz que los propios debates del parlamento.
La política no consiste, pues, en lo que los políticos prometen hacer sino en lo que los ciudadanos están dispuestos a aceptar y exigir.
La sociedad tiene que responsabilizarse de lo que hagan sus políticos y no aceptar, a ciegas, sus promesas sin oposición o crítica.
En definitiva, resulta cierto que si “dime con quién andas, te diré quién eres”, en política puede decirse “dime de lo que hablas y te diré a quién te diriges”.

Prometeo y los políticos

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