Más de lo mismo. La opaca muralla del Arsenal

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el Arsenal de Ferrol se rodeó de una muralla y un foso alimentado de agua del mar, extendiendo su cierre desde el Puerto de Curuxeiras hasta el Real Astillero de Esteiro. Esta obra de la Ilustración fue visitada en Junio de 1755 por el Padre Sarmiento, que escribió que se trataba de un “grande canal o foso hasta el astillero, capaz de barcas y comunicación”, separando el Arsenal y la nueva ciudad de Ferrol “que se hará cogiendo la ladera del Norte”.   
 Desaparecido el foso, hoy en día la muralla del Arsenal se extiende a lo largo de los aproximadamente mil metros que existen entre la Puerta del Dique y la del Parque, separando física y mentalmente un Arsenal y una ciudad que nacieron juntos por una decisión de la Corona y estableciendo una antiestética barrera que aísla la población de las aguas de la ría, significando además un innegable baldón en ese fracasado camino que lleva a la distinción de Patrimonio de la Humanidad. 
En el último tercio del siglo XIX, con motivo de la construcción del nuevo dique de San Julián o de la Campana, se derribó el tramo de la muralla original del siglo XVIII comprendido entre la puerta del Dique y la zona donde hoy se levanta el edificio de la Pescadería, sustituyéndose por una muralla de nueva construcción, que además de ocupar una zona urbana, destruía parte de la alameda original del siglo XVIII. 
Esta nueva parte de la muralla ya no es la original de la época de la Ilustración, por lo que debería derribarse y ser sustituida por una verja metálica, dotada de las adecuadas medidas de seguridad, similar a la instalada por la Empresa Navantia frente a la plaza de las Angustias. De esta manera, quedaría a la vista y se pondría en valor el monumental Dique de la Campana.
Quedaría como está el resto de muralla original que se extiende hasta la Puerta del Parque a lo largo de Puerto Chico, un singular espacio del siglo XVIII, pero que se encuentra rodeado de varias construcciones de época posterior y de nulo interés estético, que además ofrecen a la vista su parte trasera por estar dando frente al mar. 
Hace años se recuperó en la zona izquierda de la Puerta del Parque un tramo de 150 metros de la muralla original del Arsenal, dejando al descubierto el muro escarpado de cantería con su altura original. Esta restauración no parece haber sido apreciada en su justo valor, quizás por no haberse  rehabilitado los cercanos y descuidados jardines de entrada a la Sala de Armas, noble edificio hoy destinado por la Armada a unos usos poco acordes con su categoría. 
El problema de la muralla que cierra el Arsenal Militar debe contemplarse dentro de una solución global, junto con el cierre de la amplia fachada marítima extendida entre las ensenadas de la Malata y Caranza, perteneciente a las instalaciones industriales y portuarias de la Empresa Navantia y la Autoridad Portuaria, que aíslan a la ciudad de Ferrol de las aguas de la ría. Dentro de esa solución también se debe incluir una decidida actuación del Concello en la Alameda, derribando aquellos edificios que nunca debieron construirse, lo que pondría en valor el paseo y avenida de  Irmandiños, hoy convertido en una antiestética e incómoda arteria de circulación de la urbe.  
Expresando su opinión, un buen amigo mesetario, más exactamente de Valladolid, hace pocos días me decía que la ferrolana muralla del Arsenal parece tener hoy en día más la función de impedir que se vayan los que están dentro que la misión de evitar que entre alguien en su interior.   
Parece, mar, que luchas 
por encontrarte o porque yo te encuentre
Juan Ramón Jiménez

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