“Sal á rúa...”

Uno de los recuerdos que conservo de las visitas a Portugal data del 1 de mayo de 1980 en Barcelos cuando a la caída de la tarde, recogidos los puestos de venta de “a feira mais grande do país”, recorrió aquel inmenso recinto una gran manifestación con las reivindicaciones propias del día del trabajo.  
Era primer ministro Sá Carneiro, una de las figuras centrales de Portugal en su tránsito a la democracia –este país también padeció una larga dictadura– y el grito de los manifestantes, que alternaban con peticiones más concretas, era un bonito pareado: “A luta continúa, Sá Carneiro sal á rúa”
Cuarenta años después, aquella consigna sigue siendo una exigencia razonable a los gobernantes que deben salir a la calle para conocer de cerca los problemas reales de los ciudadanos –de empresarios, autónomos, asalariados de todos los sectores, pensionistas, funcionarios, parados...– como premisa necesaria para que acierten después en la búsqueda de soluciones.
Digo esto porque el Gobierno tiene ahora como prioridad una encomiable agenda social para recuperar derechos y mitigar los recortes de la crisis. Pero esa política de “reparto de beneficios” –para sanidad, educación, pensiones, atenciones sociales...– necesita recursos que no alcanzan con el “excedente” de la relajación del déficit autorizada por la UE y la recaudación ordinaria por la actividad económica y decide acudir a la siempre socorrida vía impositiva. 
El camino recaudatorio elegido por el Gobierno es un mix de nuevos impuestos y revisión al alza de parte de la fiscalidad existente. La ministra de Hacienda ya anunció la fijación del mínimo en el Impuestos de Sociedades, impuestos a las empresas tecnológicas, a la banca, fiscalidad medioambiental, gasóleo incluido, y otras formas impositivas que le exige su socio Podemos. Un abanico de impuestos –siguen el mantra de que la fiscalidad española es de las más bajas de la eurozona– que afectarán a la economía y a los contribuyentes. 
Pero si el Presidente y los ministros “saíran á rúa” y hablaran con la gente se percatarían de que, antes de subir impuestos, deberían buscar el dinero en el recorte de gastos, en la evasión fiscal y en la economía sumergida. 
Con más tributos para “recuperar derechos” van a conseguir el efecto contrario: castigarnos más a todos porque, directa o indirectamente, todos acabamos pagando cualquier aumento de la fiscalidad. Sobre todo cuando afecta a la banca y al gasóleo, que comentaré el miércoles.

“Sal á rúa...”

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