El precio de las veleidades

Pase lo que pase en el devenir en Cataluña, algunos partidos políticos van a salir especialmente damnificados con la aventura independentista. Las encuestas en Cataluña adelantan la anunciada “desaparición” (puede quedar reducida su presencia en el Parlament a diez escaños) del PdCat. Si Artur Mas quiso escapar de la corrupción que enfangaba a la antigua Convergencia, sumándose a un secesionismo que nunca había caracterizado a unas siglas que amparaban a la burguesía catalana, la jugada no solo le ha dejado con una deuda personal impagable (por cierto, ya está bien de hacer colectas) sino que ha llevado a su partido al despeñadero de la historia.
Pero la peor librada puede ser la formación morada de Pablo Iglesias y sus socios catalanes de En Comú. Ada Colau, a quien el Ayuntamiento de Barcelona se le quedó pequeño al mes de tomar posesión, ha jugado todas las cartas de la ambigüedad mientras trenzaba una alianza con Esquerra Republicana para el día después. Pero, en un momento político en que los sentimientos y la irracionalidad priman en el ánimo de los votantes independentistas, el “sí, pero no” puede incluso considerarse una traición. Cuando se celebren elecciones, si la ciudadanía sigue enfervorizada con el relato de una España represora, posiblemente Oriol Junqueras sea el nuevo inquilino de la Generalitat y gobernará con el apoyo de Ada Colau, pero ella y en Comú no serán más que “los socios”.
Lo mismo, o peor, puede suceder con Podemos en el resto de España. Ha sido muy significativa la declaración de Carolina Bescansa, otrora una de las dirigentes más poderosas de la formación, experta en análisis electorales, y que ha llamado la atención sobre la necesidad de que Podemos “le hable más a España y a los españoles y no solo a los independentistas”, recordando lo que parece haber olvidado Pablo Iglesias: que “es un partido estatal y español”. Las veleidades de Iglesias, reuniéndose con Junqueras y demás dirigentes de Junts pel Si, pueden tener un altísimo coste electoral. Se equivoca el máximo dirigente de Podemos si piensa que podrá asaltar la Moncloa desde Cataluña. Y eso lo saben y lo piensan muchos dirigentes del sector de Errejón, quienes consideran que Colau le está haciendo un flaco favor a sus siglas. De momento, en la comisión Constitucional del Congreso, Carolina Bescansa ha sido sustituida por Irene Montero, la hasta ahora mano derecha de Pablo Iglesias. Dada la trayectoria de derrumbe de liderazgos y de purgas internas en la corta vida de la formación morada, sería aconsejable que Montero se cuide de hacerle al líder supremo la más ligera sombra o terminará ocupando un sillón en el gallinero del Congreso.
Otra incógnita es saber cuánto tiempo aguantara Alberto Garzón, antiguo dirigente de Izquierda Unida y ahora convertido en sombra de Iglesias por los pasillos del Congreso, en alzar la voz. Su familia de Andalucía le puede contar el cabreo que hay bajando hacia el sur con el independentismo sobrevenido de Podemos. Roma no paga traidores...

El precio de las veleidades

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