en Zahara de los Atunes hay dos cosas que nadie puede poner en duda: que cuando se comprometen con algo van hasta el final y que no hay quien les gane a relimpios. Viendo que su desinfección de calles y su arco de fumigación para los coches que entran al municipio han tenido éxito –no se ha detectado un solo contagio desde que empezó la pandemia–, la entidad local autónoma y la asociación local de comerciantes consideraron adecuado que el siguiente paso fuese rociar la playa con lejía. Mil litros de agua y lejía pulverizaron sobre la arena los tres tractores que higienizan el pueblo. Les sobraban y parecía un desperdicio no utilizarlos. Y así los chavales podrían disfrutar del arenal más impoluto conocido. Ni rastro del virus. Ni del virus ni de otro tipo de vida... Y esa agua del mar, nunca tan esterilizada. Tanto, tanto, que igual a los atunes les da hasta repelús.