Aeropuertos

Consumo y encierro. Horas de demora. Autoayuda, mucha autoayuda, de todo tipo: “Cómo triunfar en los negocios”, “Cómo triunfar en el amor”, “Si estás solo es porque quieres”. Las librerías de los aeropuertos, verdaderos escaparates para liberarte de la prisión de la demora, mientras tanto tú estarás en entredicho, toda tu vida, tu insatisfecha vida de lobo solitario. Todo el aeropuerto es un negocio de la soledad, de la demora, del tránsito, del agobio. Cuerpos que se oxidan en el suelo desde la noche anterior; la esperanza del sueño, de vencer al tiempo, como en los pasillos de urgencias, mientras sueñan con que les den de alta. Diseños modernos de cristal, sed, agua, máquinas, muchas máquinas impersonales, síndrome del pez en la pecera. Las máquinas derraman gotas de plástico “fresco”. El consumo se pone a la orden de cualquier terapia “sanadora”, los últimos céntimos al servicio del imperio; libre de tasas, invéntate cualquier regalo tonto, solo te quedan ocho horas de espera, pero el vuelo ha sido barato.

 

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