Las dos caras del mismo independentismo

Decenas de miles de catalanes marcharon ayer sobre Barcelona. La suya fue una movilización pacífica, sobre todo si no se tiene en cuenta la acción de los piquetes que obligaban a los establecimientos y negocios a cerrar sus puertas de modo violento. Nada grave que destacar. Tanta imagen de convivencia y civismo debió de animar al presidente catalán, que no dejó de congratularse del éxito de la convocatoria.

Por supuesto, una vez más no hubo ni una palabra contra los violentos que, mientras unos bailaban sardanas en un lado, lanzaban cócteles Molotov contra los policías frente a la Comisaría General de Barcelona. 

Son dos caras del mismo independentismo que, por mucho que quiera disimular Torra, él mismo alimenta con sus mensajes cada vez que tiene oportunidad. Son el brazo armado de un movimiento que es incapaz de aceptar la separación de poderes y que pretende situarse por encima de la legalidad. Mientras él sonreía y jaleaba los cortes de carretera, los Mossos, de quienes es, en última instancia, el máximo responsable, se jugaban el físico intentando evitar que la violencia se apoderase de las calles de Cataluña.

Y, sin embargo, para esos funcionarios que cumplen con su deber aun a riesgo de su integridad, no hubo ni un mensaje de ánimo o agradecimiento. Bueno, en realidad uno: su celebración expresa de la detención de dos ultras que agredieron a un independentista radical, de los de incendiar contenedores y quemar coches. 

Está claro que Torra tiene sus preferencias y lo más curioso es que el muy imbécil no se ha dado cuenta de que si algún día consiguiera su Arcadia y Cataluña fuera una república independiente, esos a los que ahora jalea se girarían contra él ya que, para la mayoría de los violentos, no deja de ser un facha peligroso. Pero ya se sabe, el secesionismo hace extraños compañeros de cama.

Las dos caras del mismo independentismo

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