Contubernio catalán

sin lugar a dudas, el titular que juzga a la cúpula de los independentistas ha sido benévolo en su inicio para responder de los actos, la privación de libertad, esta basada en el riesgo de fuga de los encausados por los delitos cometidos contra el Estado y la Constitución. La presidenta del Parlamento catalán en su momento se negó a cumplir lo acordado por la Justicia y conculcó los derechos constitucionales, aún sabiendo que cometía un delito de desobediencia. El juez la dejó libre con cargos, y su decisión es respetable como lo son todas las que toma la judicatura, hasta que se vio obligado a enviarla a prisión.
Ahora viene la segunda parte y no hay segundas partes buenas. Es el caso de dicha señora que sigue erre que erre. Ella no considera delito ejercer la autodeterminación. Esta es una apreciación subjetiva de quien piensa que diga lo que diga puede justificarlo, pero la ignorancia no exime a nadie de su responsabilidad. Es como si un atracador llega al banco, exige el dinero al cajero y cuando le detienen alega que no hubo tal delito, porque el cajero se lo entregó amablemente.
Todo son falacias para inculpar a los demás. “Yo lo hice bien, lo que falla es la postura de los demás al no estar de acuerdo con la tesis”. Su declaración la verá el juez y estimará lo conveniente, pero ella no es la persona más idónea para anteponer su inocencia y al mismo tiempo justificar lo que es injustificable. Cuando antepuso las decisiones tomadas en el Parlamento por encima de la ley, al obviar los autos del Tribunal Constitucional, como es sabido, no hay nadie por encima de la ley, solo la ley prevalece por encima de todo.
Sus excusas son tan torpes que tropiezan de pleno con la realidad que marca la ley por la que se rige la vida pública española y la de cualquier Estado de derecho. Otra cosa es pasar de cumplir las leyes establecidas y jugar con las cartas marcadas. Esta ley no me gusta y en cambio me parece bien la que yo dicto. Eso no es democracia, se parece más bien a una hecho consumado con tintes dictatoriales. La ley tendrá que poner a cada cual en su sitio. Todo el mundo sabe que la justicia va muy lenta, pero, que a su vez es implacable con aquellos transgresores de la ley.
Forcarell, al igual que todos los transgresores que se esconden bajo las prebendas parlamentarias, no puede hacerlo detrás de un pleno considerado como el órgano supremo para decidir lo que se debata en la cámara parlamentaria, puesto que va contra la ley establecida. Para eso se cuenta con los asesores jurídicos que le indican lo que se puede hacer y lo que no se debe hacer. Pero ella quiso pasar a la historia como la presidenta que aprobaba la ley de independencia y proclamar de este modo una república. No es esta la primera vez que sucede, ni tampoco la primera en que fracasa, pero el no comprender la historia y no respetarla es lo que conlleva que se tropiece siempre en la misma piedra. El primer camino que le queda a todos los incursos es el de ser inhabilitados por el Supremo como mal menor. Luego están los delitos que dicho tribunal estime como graves. Pero el contubernio catalán todavía no ha finalizado y sigue dando sus coletazos.

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