Libertad, miedo y burradas

El bien más preciado, la libertad, se deprecia. No exactamente la casualidad ha querido que coincidieran en el tiempo tres llamativos sucesos que la menoscaban, la condena a prisión de un rapero, la orden judicial de secuestro de un libro y la retirada de una obra de ARCO, pero éstos atentados a la libre expresión, con ser tan inquietantes, no se corresponden con una súbita ola de intolerancia, sino con los inevitables efectos del extendido miedo a la libertad. Del miedo.
Tiene razón Fito, el de los Fitipaldis, cuando dice que la libertad de expresión, o sea, la libertad, existe o no existe, la hay o no la hay, que no cabe el más o el menos, de modo que por esa parte la cosa está clara. Sin embargo, y para eludir cualquier atisbo de maniqueismo, ese atajo del pensamiento que no lleva a ninguna parte, convendría deslindar la diversa naturaleza de esos tres casos y recordar que el campeón de las mayorías absolutas y del miedo a la libertad recogido en su Ley Mordaza, el Partido Popular, contó en su día con el refrendo de una pasmosa mayoría de electores tan medrosos ante la libertad, se supone, como el propio PP.
Dejando momentáneamente a un lado el imposible secuestro de un libro a éstas alturas y la retirada de unas fotos por parte de la dirección de la feria donde se exhibían, podemos centrarnos en el caso más paradigmático, el del rapero condenado a la monstruosidad de tres años y pico de cárcel por decir burradas. ¡Ay, si se mandara a la trena a cuantos dicen burradas! Se dicen en los bares, en los periódicos, en la televisión, en las aulas, en el hemiciclo del Congreso, en todas partes y a calzón quitado, sin sujeción alguna a la razón y al decoro, y no pasa nada. Sí pasa, en cambio, cuando las burradas (y, por Dios, que me perdonen los burros, esas criaturas tan inteligentes y maravillosas, por tan anticuada e inapropiada expresión), cuando las burradas, digo, se hacen.
Ciertas sentencias judiciales son una burrada, y ciertas leyes, como la Mordaza el PP, también lo son. Que se lo pregunten, por ejemplo, a los vecinos de Murcia que claman por el soterramiento de las vías del AVE que cercenarían sus barrios, a los que por manifestarse les fríen a multas por esa inicua ley. Pero las burradas del rapero, burradas sin duda, son burradas que las dice, no que las hace, y si por eso va al talego, debería acompañarle la mitad de la población con Rafael Hernando, por ejemplo, a la cabeza. Ya nos contó From algo sobre el miedo a la libertad, y sabemos que lo que tiene que dar miedo es ese miedo.

Libertad, miedo y burradas

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