La sorpresa ha sido mayúscula cuando se hacía pública la noticia del acuerdo de Gobierno entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, pues sobre todo no se esperaba tan pronto, dos días después de las elecciones generales del 10-N y después de tantos meses de espera inútil a partir de las elecciones anteriores. Los líderes del PSOE y de Podemos han decidido esta vez cortar por lo sano, comprendiendo que de ninguna manera podían repetir lo sucedido en los meses anteriores. El acuerdo se abre a los partidos menores de izquierda y de centro-derecha para llegar a completar una cifra de votos que garantice la formación de un Gobierno y la correspondiente investidura.
Es evidente que han entendido pronto que no era repetible el espectáculo anterior de ese medio año de ridícula espera, pues una repetición habría sido letal para la izquierda, para la gobernación del país y para la salud política de nuestro país. Lo lógico era esperar esta decisión, aunque casi nadie habría pensado que iba a producirse tan pronto. Es evidente que el sentido común y el sentido político se han impuesto desde el primer instante, conscientes ambos de que en la fase anterior se habían equivocado de medio a medio. Es claro que quien peor lo había hecho es el presidente en funciones, sobre todo porque había sometido a Iglesias a un trato que cualquier otra persona no habría soportado. La dimisión de Albert Rivera había dejado claro que entrábamos en una fase de grandes y claras decisiones políticas y quizá ha ayudado a este desenlace de Pedro y de Pablo. Bienvenido sea todo ello, y puede decirse que sin duda ambas decisiones van ayudar mucho a la salida de la gran crisis y a la corrección de los grandes errores que se habían venido cometiendo en meses y tal vez en años anteriores. No es necesario explicar las dimensiones políticas de la noticia del martes. Lo más subrayable es que la reunión en que se tomó la decisión pasa a ser uno de los sucesos políticos más relevantes y que las reacciones de la derecha no pasan de ser expresiones de contrariedad bastante impresentables.
Lo ideal sería la máxima rapidez en la gestión de los trámites que conduzcan a la investidura, para lo que habrán de colaborar los partidos pequeños que vayan a tomar parte en la gran operación política. Me refiero a grupos como el PNV, Más País y numerosos partidos pequeños aportadores de un solo voto cada uno en términos generales. Nadie de la derecha estará autorizado a escandalizarse ni a criticar en exceso, puesto que sobre todo tienen mucho que callar, especialmente en materia de colaboración con el partido de la extrema derecha con el que han venido colaborando abiertamente. Especialmente llamado a la prudencia queda Pablo Casado, que tantos disparates que tiene dichos.
Sólo me queda sugerir a Casado y demás personajes de la derecha que nos expliquen los lances en que han criticado a Sánchez y a Iglesias por “pecados” mucho más veniales que los suyos. Pero es igual. Lo importante es que con casi toda seguridad la reunión celebrada el martes pasará a la historia de la política española como una de las más importantes de los últimos tiempos. Y que nadie caiga en la tentación de volverse atrás o de equivocarse en la administración de los importantes acuerdos que ya están o que se gestan.