Quién será el más culpable

Lo más destacable de la campaña hasta ahora ha sido que Rajoy pide que, para acabar con esta asfixia de bloqueo, se deje gobernar al más votado. Y su coro repite: “Es lo lógico, es lo que pasa en otros países, que quien es más votado en unas elecciones, gobierna”. Resulta que no es exactamente así en España, donde las elecciones son parlamentarias, y no presidenciales, con segunda vuelta, como ocurre en esos otros países a los que los marianistas presentan como ejemplo. Y probablemente lo son: estoy de acuerdo, por principio, en que el más votado debería ser presidente, aunque luego su legislatura fuese una auténtica pesadilla.
El inconveniente es que, para conseguirlo, habría que haber cambiado la normativa electoral y retocado la Constitución, tarea que nuestros políticos han sentido siempre una enorme pereza en afrontar. Seguimos con la vieja normativa surgida, allá por 1977, del afán de consagrar el bipartidismo, y ahora que el bipartidismo ha muerto asesinado por los votos, esa normativa se revuelve contra el ganador, que sin duda será Rajoy, pero por una abultada insuficiencia. Sospecho que va a tener difícil seguir mucho tiempo en La Moncloa.
Comprendo, por eso, que la estrategia de campaña del presidente consista en culpar a los demás de una posible repetición de elecciones: los demás son culpables, dice, porque no quieren apoyarle a él para que, siendo el más votado, continúe en La Moncloa. Y, entonces, los voceros populares acusan a los socialistas que pretender llegar al poder mediante pactos: “Los terceros pactando con los cuartos son los que quieren arrebatarnos la presidencia a quienes somos los primeros”, dicen en el PP, refiriéndose a una posible nueva alianza entre PSOE y Ciudadanos. Y, como slogan, tienen razón: queda chocante que el primero sea sustituido por una alianza del tercero y el cuarto; suponiendo, que el PSOE quede el tercero, y no el segundo, por delante de Podemos.
Pretendieron, hace casi cuarenta años, hacer de la normativa electoral un arma contra los terceros partidos  e hicieron una ley tramposa, donde unos votos valen cuatro veces más que otros, y donde un partido con más sufragios que otro puede tener menos escaños que este. Todo ello, sin citar la sobreprima a los nacionalismos, que es algo que me podría parecer justificado.
Desoyeron las voces que pedían una reforma de la ley electoral, incluso con unas elecciones presidenciales a dos vueltas, y ahí tenemos la consecuencia: proyectos de alianzas imposibles e indeseables para gobernar, descalificaciones, desde los atriles oficiales de la normativa vigente y, en el fondo, deslegitimación del sistema. Más desconfianza ciudadana hacia los políticos.Que es lo que se trataría de evitar a toda costa. Junto con otra repetición de elecciones, naturalmente.
Pero, si esta repetición se da, el principal culpable no serán los vetos de Sánchez; ni el empecinamiento de Rajoy por no negociar su presidencia; ni la altanería ególatra de Iglesias, ni la indefinición ocasional de Rivera. Todos ellos tienen su parte de responsabilidad, no todos la misma, y me atrevo a aventurar que ninguno de ellos será presidente; no durante mucho tiempo. Pero serán esas leyes, desde la Constitución al Reglamento del Congreso, pasando por la normativa electoral, que nadie ha cambiado y que siguen rigiendo estas elecciones, las grandes culpables, si nadie lo remedia. Que me parece que no tienen intención de remediarlo: en el pecado, ya digo, llevarán la penitencia.

Quién será el más culpable

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