Atención a los mayores

cierto es que el Covid-19 que padecemos es un virus nuevo y que, por tanto, ha habido que desarrollar técnicas de diagnóstico nuevas. Eso ha llevado tiempo, bien muy preciado en situaciones como la presente. Cierto es así mismo que las complicaciones clínicas son diferentes a las de otros virus que han circulado con anterioridad. Y eso se ha ido también aprendiendo sobre la marcha.    
Al igual ha sucedido con otro par de cosas. Una,  que la población de mayor edad era más vulnerable al virus. Y dos,  que era preciso proteger el sistema de salud en su conjunto para, ante la aglomeración de los contagios, evitar su colapso. En una situación tan cambiante y tan desconocida para todos, el mundo ha tenido que ir aprendiendo de experiencias mutuas.
La realidad de lo vivido ha mostrado, sin embargo, fallos evidentes en estos dos últimos aspectos reseñados.  Obvio es que el sistema sanitario no estaba preparado para una epidemia de tales proporciones, que veíamos lejana. Y  cuando quienes debían fueron conscientes de la magnitud de la misma, ya fue tarde, con muchos países afectados y una demanda de suministros de protección muy por encima de la oferta. 
En segundo término, resulta evidente que no se ha sido capaz de proteger a tiempo a las poblaciones de riesgo, como lo demuestran los  brotes en residencias de mayores, con las terribles cifras de muertes entre nosotros registradas en tales instalaciones. En este sentido y a pesar  del caos de datos existente, se da por admitido  que algo más de 15.000  residentes en centros de servicios sociales habrían fallecido en nuestro país víctimas del coronavirus o con síntomas compatibles; esto es, un 70 por ciento del total de decesos notificado oficialmente. En Galicia estaríamos sensiblemente por debajo de tal porcentaje.
Ha sido una tormenta perfecta. En un escenario con la mayoría de los atendidos con enfermedades crónicas, buena parte de ellos con deterioro cognitivo, es frecuente e inevitable el contacto físico con los cuidadores, otro colectivo este particularmente castigado.  Como en el resto de dependencias asistenciales, unos y otros han sufrido la dramática escasez de material de protección.      
Así las cosas, las sospechas de negligencia sobre las residencias de mayores son en buena medida injustas y, sobre todo,  no pueden generalizarse, aunque situaciones tales puedan haberse registrado y en manos de las Fiscalías están. Pero sí es cierto es que la epidemia ha puesto sobre la mesa la conveniencia de darle una vuelta, reconsideración o mejora a  los niveles de calidad asistencial, técnica y profesional  de tales centros, que, como digo, mayoritariamente hacen todo que está en sus manos..
Centradas desde siempre en los aspectos sanitarios del Estado del bienestar, las Administraciones públicas habrían de poner –se pide- mayores empeños en la asistencia social y la dependencia. El vicepresidente de Asuntos sociales, Pablo Iglesias, parece, sin embargo,  estar más atento a otros menesteres.

Atención a los mayores

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