Desde finales de los años 50 y hasta finales de los 70 los Estados Unidos y la URSS se enfrentaron en la carrera espacial. Su objetivo era explorar el espacio exterior, mandando satélites y astronautas cada vez más lejos y durante más tiempo. El lanzamiento del Sputnik 1 en 1957 fue el pistoletazo de esta competición y en la que durante mucho tiempo los comunistas fueron por delante. Aunque al final Estados Unidos logró darle la vuelta, sobre todo gracias a ser los primeros en poner un hombre sobre la Luna.
En los últimos años la carrera mira más hacia lo más profundo de nosotros mismos. La exploración del ADN se está convirtiendo en una competición donde ahora los bloques no están tan claros. China parece dispuesta a coger el relevo de la URSS y está logrando avanzar en la biomedicina a pasos de gigante.
Pero otros no se quieren quedar atrás y Europa está siendo también un importante competidor, priorizando el trabajo colaborativo para ser capaz de superar todos los retos que la biología presenta. Los avances en las nuevas telecomunicaciones y el desarrollo de los ordenadores están ayudando en este trabajo conjunto de múltiples equipos, muy pequeños por separado pero que juntos tienen un gran valor.
Un ejemplo de esto es el Archivo Europeo de Genomas y Fenomas, la información genética de personas que han participado o participan en un estudios clínicos internacionales. Radicado físicamente en el gigantesco ordenador Mare Nostrum del Centro Nacional de Supercomputación en Barcelona, este archivo cuenta ya con la información de más de 2.000 trabajos que abarcan desde enfermedades comunes como el cáncer o la diabetes hasta otras mucho más raras. En total, más 7,5 millones de gigabytes de datos que lo convierten en el archivo de referencia más grande por delante de Estados Unidos y Japón.
Más allá de su volumen gigantesco, su auténtico valor radica en su política de conocimiento abierto. Cualquier investigador puede tener acceso de forma segura a los datos que allí se encuentran. A la vez, todos los equipos que realizan investigación en Europa guardan allí los resultados de sus estudios una vez publicados para seguir engrosando este gigantesco archivo de información. Todo esto se traduce en la posibilidad de seguir avanzando en el conocimiento. Solo en 2018 fueron posibles 1.800 nuevos estudios gracias a él. La unión, más que nunca, hace la fuerza.