Lo que nos espera

De la sesión de apertura de la XIV legislatura permanecerán en la memoria los aplausos de los ministros de Podemos al Rey y el silencio de los diputados rasos que no aplaudieron. Reparto de tareas. Los recién llegados al banco azul del Gobierno cumplen con una norma elemental de cortesía parlamentaria y respeto al Jefe del Estado mientras que sus colegas de a pie expresan el rechazo a quien la Constitución proclama como símbolo de la unidad y permanencia de la Nación española.

Es fácil ver, como digo, que se ha producido una división de funciones para intentar quedar bien con los socios del Gobierno sin defraudar del todo a la parroquia que hasta antes de ayer se referían a Felipe VI como el “ciudadano Borbón”. Expresión que no hemos vuelto a escuchar a Alberto Garzón desde que fue nombrado de ministro. Desde que Pedro Sánchez pactó con Pablo Iglesias y el líder morado enfiló el camino de la moqueta han cambiado los modales de la nomenclatura de Podemos.

No es cuestión menor porque en democracia también son importantes las formas. Como las que perdieron los 49 diputados y senadores de ERC, JxCat, la CUP, Bildu y el BNG que se ausentaron del Hemiciclo para proclamar por boca de Gabriel Rufián “que no tienen Rey”. Rufián, no lo olvidemos, es quien le marca agenda a Pedro Sánchez porque ERC tiene la llave de la legislatura.

Poco después de esta salida de pata de banco, Felipe VI, que es el Rey de España aunque les cueste creerlo a Rufián y compañía, decía que “España no puede ser de unos contra otros, sino que debe ser de todos y para todos”. Las palabras más sensatas de cuantas fueron pronunciadas a lo largo de la sesión. Probablemente no era el día para entrar al trapo de la maniobra de quienes se aprovechan de las libertades del Estado del Derecho para intentar su demolición en nombre de supuestas voluntades mayoritarias de los ciudadanos en este caso de Cataluña, el País Vasco o Galicia que luego no encuentran respaldo en las urnas. Nadie del Gobierno ni del PSOE les respondió. Puede que no fuera el momento oportuno pero tampoco lo era para despistar al personal diciendo que no son las críticas ni las discrepancias las que debilitan una institución firme y consciente de su legitimidad y posición. Puede, pero las soflamas crecidas de los unos y los llamativos silencios de los otros no auguran una navegación tranquila. Fue un anticipo de lo que nos espera.

Lo que nos espera

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