Sonrisas y lágrimas

La sonrisa abierta con que a media mañana del 1 de junio de 2018 Pedro Sánchez recibía el triunfo de la moción de censura por él presentada contra Mariano Rajoy (180 votos a favor, 169 en contra y una abstención) se tornó en mueca de disgusto, enfado o contrariedad manifiestos cuando más o menos a la misma hora del pasado miércoles veía cómo el Congreso rechazaba el proyecto de ley de presupuestos 2019 (191 votos a favor, 158 en contra y una abstención) y le abocaba a convocar elecciones, anuncio que realizó antes de ayer tras  un amago de lágrimas. 
Cuando en tiempo y forma dé por concluida la legislatura y llame oficialmente a las urnas, Pedro Sánchez habrá sido el más efímero de los siete presidentes del Gobierno de la España postconstitucional: ocho/nueve meses de mandato. No ha podido ser de otra forma. Porque con sólo 84 votos propios y una reata de variopintos e imprevisibles socios y sin más cemento aglutinante  que el haber echado a Rajoy,  muy lejos no se podía llegar.
Ha sido, por tanto, no sólo el fracaso del propio Sánchez y del Partido Socialista, sino también de los socios que apoyaron una moción de censura fraudulenta en el sentido de que de constructiva, tal como exige la Constitución, tuvo más bien poco. 
Quien en menos de un año se ha paseado por una veintena de escenarios internacionales henchido  de sí mismo; quien con una seguridad pasmosa aparentaba haber estado toda su vida pisando alta moqueta; quien con sus gafas de sol a lo Kennedy viajaba en el Falcon; quien no ha renunciado a una sola figura que significara poder,  y quien ha hecho lo que ha querido saltándose todo lo saltable,  se ha tenido que despedir con las orejas gachas. 
En su comparecencia televisiva del viernes resultó admirable cómo el campeón del “no es no” se presentaba como el adalid del diálogo; cómo tachaba de falta de “lealtad al Estado” lo que no había sido más que una oposición a sus políticas de gobierno, y cómo ensalzaba el marco constitucional cuando, como bien se sabe, la protesta en la calle había fulminado sus propósitos de pactar con el independentismo. 
Una no despreciable parte de su mandato ha sido fake, engañosa y publicitaria. Pero no habrá que olvidar su capacidad para revertir los fracasos. Le echaron de la Secretaría general del partido, pero ganó las primarias y volvió. 
Nada asegura que tras la consulta del 28-A Sánchez no retorne a la Moncloa, y esta vez con la mayor legitimidad de haber ganado unas elecciones. La caída en picado que las encuestas auguran para Podemos puede darle muchos votos a mayores. Y si repite, volverá a las políticas de estos últimos ocho/nueve meses. Como ha dejado ver, su propósito de la enmienda es cero.

 

 

Sonrisas y lágrimas

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