La llegada del año nuevo siempre trae un clásico: subida de los impuestos. Lo han hecho secularmente los que gravan el tabaco, el alcohol, la luz, el gas o los carburantes. Y 2021 no va a ser diferente, sino que lo va a ser mucho más. El Gobierno no ha querido reducir el gasto público, ni recortar subvenciones, ni siquiera suprimir ministerios o secretarías de Estado y ha optado por cubrir el inmenso gasto que espera realizar incurriendo en déficit, subiendo impuestos conocidos y echando a andar unos cuantos nuevos. Ya desde el 1 de enero, sube el IRPF de las rentas del trabajo superiores a 300.000 euros anuales, se introduce un nuevo tramo y sube el impuesto a las rentas del capital y a la compra de acciones.
Además, baja el importe de las aportaciones a planes de pensiones y aumenta el Impuesto de Sociedades, el de Patrimonio y las primas de seguros. También comenzarán a aplicarse la Tasa Tobin y la llamada Tasa Google, el IVA de las bebidas azucaradas y de los plásticos.
Es un hecho que la crisis económica provocada por la pandemia y por las malas decisiones del Gobierno han causado una caída a plomo de la economía y por tanto de la recaudación fiscal. Sin embargo, al contrario de lo que han hecho otros países que han sufrido lo mismo, Sánchez ha optado por aplazar el pago de impuestos con sus correspondientes intereses, subirlos este 2021 y seguir sin ofrecer ayudas directas a las empresas. El resultado es que España está peor que la mayoría y a la cola en todas las previsiones de la OCDE. Cree erróneamente el Gobierno que, machacándonos a impuestos, va a recaudar más, cuando la mayoría de las empresas medianas y pequeñas o están en pérdidas o van a estarlo, por lo que la recaudación fiscal no crecerá y el agujero de las cuentas públicas será insostenible y la salida de la crisis más larga y dolorosa.
Hay que tener en cuenta también que los PGE incorporan 27.000 millones de euros de los fondos europeos, cuando aún no se sabe cuándo ni cómo llegarán. Si no llegan o llegan tarde, el endeudamiento se disparará y la recuperación no será como se prevé en 2023 sino mucho más tarde, con un paro inasumible y un tejido productivo muy dañado.