Nadie conoce a nadie

No escribiría una línea sobre el anunciado procesamiento de Chaves y Griñán de no estar convencido de que son dos ciudadanos honrados. Han sido negligentes como administradores de bienes públicos y por eso van a ser juzgados. Han metido la pata, pero no la mano. Con la sola excepción de Felipe González (“Pongo la mano en el fuego...”), el bosque de espaldas presentado por otros dirigentes del PSOE me ha parecido obsceno. Quien se lo debe todo hace tiempo que les había descontado. (“Susana nos ha matado”, Griñán dixit). Díaz se lo debe todo a Griñán y no exagero nada. En el infortunio es cuando se conoce a los amigos. Griñán ya sabe lo que puede esperar de Susana Díaz. 
El caso de Pedro Sánchez es diferente, pero al final del camino confluye la misma idea de frialdad. De nadie conoce a nadie y sálvese el que pueda. Chaves ha sido presidente del PSOE, el partido al que Sánchez llegó por arriba en un momento determinado. Lo encontró bajo de moral y más bajo aún de respaldo electoral, pero con todas la luces encendidas. Quiero decir que Sánchez no es Adán. Que encontró una organización dispuesta a apoyar sus iniciativas. Que cuando le han preguntado por el procesamiento de Chaves y de Griñán se haya limitado a decir que él, Sánchez, “es un hombre limpio” y que el Gobierno que forme, será “un Gobierno honrado”, da la razón a quienes le describen como un político frío y ambicioso. 
Los rasgos de su personalidad que le han labrado fama de persona distante y nada empática. Chaves y Griñán se equivocaron al no hacer caso de los informes que alertaban acerca de la red clientelar que había tejido la Consejería de Trabajo. Aquella decisión equivocada les conduce al banquillo. La Justicia dirá cuál es su responsabilidad y qué sanción apareja. Pero no son dos corruptos que hayan aprovechado para enriquecerse. Por eso me llama la atención la frialdad, la distancia que marcan con ellos algunos de sus más cercanos herederos. 

Nadie conoce a nadie

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