Benditos sean los estudios e informes académicos. Si le digo que las mujeres deportistas aparecen raramente en las portadas de los medios, si le cuento que las atletas acaparan menos titulares y cuentan con menos espacio y menos tiempo informativo que sus compañeros varones, me dirá que seguramente estoy en lo cierto. Todos tenemos la sensación de que el deporte está dominado por los hombres. Pero cuando a unos investigadores se les ocurre analizar y cuantificar esta realidad nadie puede ya rebatir lo que el análisis metodológico demuestra de forma categórica.
Enhorabuena, pues, a los profesores de la Universidad de Cambridge que, de forma muy oportuna, acaban de publicar un estudio sobre el tratamiento informativo que las atletas reciben en los medios. El resultado debería hacernos reflexionar a todos y, en particular, a algunos colegas del periodismo deportivo. Dice el estudio que a los hombres se les dedica el triple de tiempo y espacio que a las mujeres. Si tenemos en cuenta que de todos los atletas que compiten en los Juegos Olímpicos de Río el 45% son mujeres esta cifra parece cuando menos injustificable.
Pero los británicos no se limitan al espacio o tiempo que que se les dedica a las deportistas, sino también al tratamiento que se les otorga. Este aspecto es de suma importancia, porque nos sumerge en ese ámbito subjetivo en el que se esconde el machismo más retrógrado. Ese cúmulo de prejuicios que pululan por nuestro subconsciente. El lenguaje es el mejor medidor del machismo imperante. ¿Cuáles son las palabras más utilizadas para las deportistas? Edad, soltera, embarazada. ¿Y para ellos? , Rápido, fuerte, grande.
Nada de esto es nuevo y tampoco es fruto del azar. ¿Tendrá relación con que en los colegios la práctica de los deportes esté subordinada al fútbol de los chicos? ¿Qué a la hora de programar las escuelas deportivas de muchos ayuntamientos se confeccionen los horarios en función del fútbol o baloncesto (masculino, por supuesto)? Por ello no se trata de demonizar a los medios de comunicación, no son más que el reflejo de un estado de cosas que discrimina a la mujer en el deporte, que arranca en la tierna infancia y se asienta en nuestros comportamientos más cotidianos.
No nos andemos con miramientos, el deporte femenino viaja en vagón de segunda clase y esta es una realidad mundial, lo demuestran los cientos de comentarios y denuncias que circulan sobre los Juegos en Río. Hoy hablamos de ello y nos escandalizamos porque los Juegos Olímpicos ocupan nuestro verano; pero esta realidad que describe el estudio británico es el pan nuestro de cada día de las miles de deportistas que no están en la capital carioca y a las que rara vez alguien les pone un micrófono delante.