En caída libre

U n viejo refrán dice que quien juega con fuego termina quemándose. Y eso fue lo que le sucedió al primer ministro británico, David Cameron. No se puede estar en contra de algo y después pedir el apoyo a favor de ese algo, que fue precisamente lo que hizo el inquilino del 10 de Downing Street.
En todo caso, los británicos hablaron y dijeron que no querían seguir en la UE. Lo que está por ver ahora es si los poderes respetarán esa decisión soberana. Por el bien de la democracia esperemos que sí. De todos modos, la salida del Reino Unido no será inmediata, tomará cierto tiempo. Habrá una transición de varios meses. De momento el resultado se cobró su primera “víctima”: el primer ministro anunció –como no se esperaba menos de él– su dimisión.
Lo que sucedió nos dice que la UE está en caída libre, lo cual quiere decir que el modelo actual ha fracasado, que no es sostenible. Si quieren que la UE siga existiendo tendrán que refundarla y asentarla bajo otro proyecto, algo muy diferente al que tenemos. Y si algo tan elemental no lo entienden en Bruselas ni en Berlín, entonces la suerte está echada, es decir, sólo resta esperar pasivamente la desintegración definitiva. Todo lo que ocurre es el efecto de una causa. En los últimos tiempos las instituciones europeas se han convertido en una carga pesada, prácticamente pasaron a ser disfuncionales. En Bruselas solicitan –para una tropa que no rinde cuentas a nadie– que los estados cedan cada día más poder. Y los ciudadanos no están dispuestos a seguir firmando cheques en blanco sin saber antes lo que se va escribir en ellos.
Cuando los estados ceden su soberanía nacional para integrarse en un proyecto común se supone –al menos en teoría– que sea para formar una federación. De lo contrario, pasan a ser simples protectorados de una administración central, que es lo está ocurriendo en la UE. Bruselas es el centro que administra la periferia.
Sin duda, el “brexit” abrió la caja de Pandora. Ocurra lo que ocurra en los próximos meses, incluso en los años venideros, su incidencia será demoledora en la UE. Tanto, que incluso puede catapultar a Marie Le Pen al poder en Francia. Ella –contra lo que se pueda pensar o creer– no es una euroescéptica, sino que está en contra del modelo actual europeo y de la dictadura de Bruselas. En ese sentido –curiosamente– coincide plenamente con la izquierda emergente europea.
La actual estructura europea está agotada, atrofiada, sin capacidad de regeneración. Lo ideal sería poder revertir la situación desde dentro, es decir, cambiarla desde las entrañas mismas de la propia Unión, sin embargo, tal y como está planteada la situación es una misión imposible. Primero, el aparato burocrático y de poder en Bruselas pondrá todo tipo de obstáculos. Y segundo, las transnacionales no están interesadas en cambiar nada, en crear otra Unión. Al fin y al cabo este es el modelo que ellas mismas redactaron; sin duda, el mejor que las puede representar.
La desaparición de la actual UE está casi asegurada, tendría que ocurrir un auténtico milagro para que se salve de la quema. Lo único que no hay certeza es de cuándo ocurrirá. Aunque para algunos politólogos ya comenzó. Es obvio que el resultado de la consulta en el Reino Unido acelera su descomposición, fue como una gran explosión, con lo cual su onda expansiva se dejará sentir en el resto de la Unión, pues ya se barajan consultas similares en otros países. Sobre todo en aquellos donde existe un descontento generalizado.
La realidad es que el premier inglés apostó fuerte y perdió. En todo caso, suceda lo que suceda en el futuro –nadie espera que vaya ocurrir ninguna hecatombe– hay que admirar su valentía, pues ni los miedos ni los pronósticos catastrofistas lograron amilanarlo para que cambiara el voto.
Pero el mensaje de los ciudadanos del Reino Unido no fue sólo contra la UE, sino que va más allá, fue un mensaje contra los globalizadores, contra aquellos que quieren diluir sus señas de identidad, su cultura, su orgullo nacional. Ahí está la clave. No olvidemos que la globalización está creando grandes resistencias.

En caída libre

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