La cosa está así: ¿Cómo confiar en Rajoy y Puigdemónt, dos tahúres que, jugando al tute, uno canta las cuarenta con el rey de bastos y el caballo de espadas, y el otro con el rey de copas y el caballo de oros? Imposible. El segundo se pasa la Carta Magna por el arco del triunfo. Y el primero la interpreta de matute, cuando no sabe qué carallo le dice el segundo por carta.
En esta tesitura, pregunto: ¿Por qué no le piden a la Real academia de la Lengua Española (nada sospechosa de ser republicana, porque es Real), que les explique el sentido semántico de ambas cartas, y las entiendan de una puta vez? ¿Quizá porque, dentro de la política y los cargos que ocupan (al fin y al cabo estos tíos no son más que ocupas temporales), sean dos analfabetos funcionales, aunque parece verdad; por muy listos que sean fuera de ella, aunque parece mentira?
Si digo la verdad, no sé qué opinar. Bueno; si sé. Pero mejor no lo digo, por si acaso me paso.