estamos tan acostumbrados a ver cómo los políticos se tiran los trastos a la cabeza que nos imaginamos que muchos de ellos, si se cruzan por la calle, se tuercen la cara del odio que se tienen. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Si los ciudadanos pudiéramos entrar en el bar del Congreso, por ejemplo, veríamos cómo podemitas y peperos comparte café y tapa de tortilla como si fueran amigos de la infancia. Es más, hasta incluso habrá ocasiones en que se jueguen a los chinos a ver quién paga la ronda. Así, no es tan raro imaginarse al PP y Ciudadanos votando junto a JxCat en el Paralment catalán. Eso sí, el motivo se merecía que, al menos por un día, enterraran el hacha de guerra. Se trataba de aprobar la subida de los sueldos de los parlamentarios y para eso no hubo ningún tipo de problema ni soberanismo ni fachas. En este caso hubo concordia. Ya se sabe: a vaquiña...