El ranking de Shanghai

En la relativa calma informativa de este agosto caluroso llegó la noticia de que ninguna universidad española figura entre las 200 mejores del mundo según el ranking de Shanghai, la acreditada clasificación internacional de universidades. Las estadounidenses ocupan los ocho primeros puestos y de las españolas tan solo 10 aparecen a partir del puesto 201 hasta el 500.  
El ranking de Shanghai mide sobre todo la investigación y en este sentido las universidades españolas acusan los recortes en su financiación que tienen especial incidencia  en la caída de fondos destinados a la investigación, una misión fundamental de la universidad.
¿Y las universidades gallegas? Lamentablemente, en este ranking de los 500 mejores campus del mundo no figuran los gallegos. Vigo sale este año de él, Santiago lleva dos años fuera y la UDC nunca estuvo en esa lista. La única referencia gallega en esta clasificación es la Facultad de Matemáticas de Compostela que figura entre las 200 mejores.   
Para Galicia es una mala noticia que nuestras universidades estén situadas en una especie de “pelotón de las torpes”. Pero los baremos de Shanghai tampoco son dogma de fe y, clasificaciones aparte, lo cierto es que las universidades de Santiago, Vigo y A Coruña, además de la crisis económica causada por los recortes, padecen la crisis generalizada que aqueja a casi todas las instituciones del país.
Dicho por miembros de la comunidad universitaria, nuestras universidades están anquilosadas, se han vuelto acomodaticias, no superan la endogamia, son poco competitivas y a veces da la impresión de que viven en su mundo, ajenas a la realidad económica y social del país. A mayores, se percibe mucho decaimiento de ánimo en los profesores que son una parte fundamental del contexto educativo, que no crea las mejores condiciones para que puedan desempeñar la función de “transmisión de la cultura, enseñanza de las profesiones, el impulso a la investigación y la formación de nuevos investigadores”.
El retroceso de las universidades gallegas en este ranking mundial debería provocar una reflexión profunda –en la comunidad universitaria y en la Xunta– en vísperas del comienzo de un nuevo curso. Algo habrá que cambiar en su financiación, pero también en su innovación, desarrollo tecnológico, docencia y productividad si las doctas instituciones quieren desempeñar el importante papel que tienen como fermento dinamizador de la sociedad. Salvo que se conformen con ser institutos cualificados de enseñanza media.

El ranking de Shanghai

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