Huelga de deberes

Con el calendario escolar en mano, a lo largo del curso que para ellos comenzó el 12 de septiembre y que concluirá el 23 de junio próximo nuestros alumnos de Primaria tendrán 179 días de clase. Es decir, un 62,8 por ciento de las 285 jornadas que entre una y otra fecha discurren. En consecuencia, el restante  37,2 por ciento serán para ellos días libres. 
Para  los de Secundaria, Bachillerato y FP todavía serán menos los lectivos  porque empezaron tres días más tarde. Y si los cálculos se hacen sobre los doce meses del año –vacaciones de verano incluidas- , resulta que nuestros muchachos disponen de más algo más de medio año libre. Esto es: un 51 por ciento de los días sin tener que acudir al colegio frente al  49 por ciento de presencia  en las aulas.
Pues bien, siendo así en las cosas, bajo el pintoresco eslogan de que “en la escuela falta una asignatura: mi tiempo libre”, el lobby político sindical que constituyen las asociaciones de padres de centros públicos ha lanzado una campaña convocando a  la insumisión para no haya   tareas escolares que hacer en casa durante  los fines de semana del mes de noviembre que entra. De momento. Una huelga de deberes. 
Son fuente –repiten hasta la saciedad- de terribles  males. O de problemas como la conciliación de la vida laboral y familiar, cuya resolución es, sin embargo, ajena a la escuela.
Afortunadamente, en esta ocasión las mencionadas apas han tenido mayor contestación que con otras iniciativas, como en las reválidas. Y es que buena parte del profesorado va estando cada vez más incómodo con las injerencias o intromisiones externas en la autonomía pedagógica y organizativa de los centros educativos. 
Y de forma muy especial cuando ello se hace con propuestas de boicot que a juicio, por ejemplo, del sindicato independiente de profesores ANPE, lanzan un mensaje demoledor sobre la relación profesor/alumno, minan la autoridad del docente, atentan contra la buena convivencia escolar y, en última instancia, contra el rendimiento académico del alumno.
Otra cosa es que los deberes puedan ser en ocasiones excesivos –por cierto: ¡quién los ha visto y quién los ve!-; que no estén debidamente planificados y  coordinados con los señalados  por los distintos profesores, o que no respeten en consecuencia los debidos tiempos del alumno  para jugar, descansar y relacionarse con los demás. 
Pero si realmente se busca introducir mayor racionalidad en el sistema, siempre habrá de hacerse no agitando al personal, sino desde el diálogo de las familias con el tutor o con el equipo directivo, o desde los órganos de participación educativa como es el Consejo escolar. Porque, en sus justos términos, los beneficios de los deberes son evidentes. Y por mucho que abarquen,  dejan más que tiempo para el ocio.
 

Huelga de deberes

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