CARMEN Santos, la vicaria de Pablo Iglesias na terra, mira de esguello –mala señal–, pese a lo cual presume de que los círculos concéntricos enxebres se caracterizan por sus relaciones fraternales. Tan fraternales son esas relaciones que la diputada Ángela Rodríguez, alias Pam, cuando se refiere a ella le llama “la puta coja”. Pero Santos sigue a lo suyo, que es mantener el carguiño, y se agarra con fuerza a la coleta de su jefe como los indios lo hacían de las crines del caballo. Como por ahora no le va tan mal, quiere exportar esa fraternidad a las alianzas para elecciones municipales del próximo año. Ha renunciado a imponer su marca en A Coruña, Santiago y Ferrol, pero en el resto de concellos reclama que se formen coaliciones y que Podemos sea tan visible en las papeletas como cada marea local. No parece mala estrategia, pero la cuestión no es solo que destaque la marca morada, sino que sus candidatos ocupen puestos destacados en las listas, porque si no, lo más probable es que se queden sin puesto en los ayuntamientos.