Las ratas de las sentinas ya se han vuelto a instalar en los puentes de mando de las instituciones públicas y privadas. Representan el tópico de las dos Españas, aquellas que siguen alimentado un ancestral odio eterno entre españoles.
Desde algunos medios de comunicación propagan su propia pestilencia de forma natural. Siempre están al acecho, en las salas de espera de los partidos e instituciones. Ratas de color azul o rojo, son como camaleones que fácilmente se colorean sin ideales, nunca los han tenido, solamente esperan su oportunidad para saquear a los mansos corderos ciudadanos contribuyentes.
Para esas ratas, la Constitución es un papel mojado, no creen en la democracia, nunca en sus familiares ancestros fueron demócratas, ni lo necesitaron para medrar y saquear lo de los silenciados ciudadanos trabajadores.
Los que por edad pudimos conocer, y mantenemos experiencia personal de aquellos cuarenta años, con leyenda aurea de la dictadura, y en los últimos cuarenta años con leyenda negra, envuelta en desigual y ficticio estado de derecho, apreciamos el mismo modelo que les interesa perpetuar, el de dos Españas de forma alternante, ocupada por las mismas familias de ratas, como si no existiera otra realidad ciudadana de trabajadores. El bombardeo mediático, de un color o de otro, no permitieron ver cómo ha ido cambiando nuestra España, a pesar de sufrir el saqueo de las ratas.
Decía mi compañero Manolo Cabanas, allá por los años sesenta, que pocos conocen la diferencia entre progreso y evolución, pues con frecuencia se confunden. En España, por aquel entonces, cerraban las carbonerías y se comenzaba a simultanear las cocinas bilbaínas con las de gas butano y eléctricas. La pregunta de calado era, si aquello era progreso o evolución. Se vendía como liberación de la mujer, ocupada fundamentalmente en el tradicional rol doméstico familiar. Pero el tiempo liberado, en aquellas sucias y pesadas tareas primitivas, no les sirvió como un nuevo tiempo para su progreso personal. En consecuencia, aquello no fue realmente progreso social, era el principio de una evolución liberal para el naciente mercado de consumo. Se comenzó a provocar el consumismo de electrodomésticos de radio y televisión, y así, con publicidad y letras de cambio, incentivar consumismo y adoctrinamiento de los ciudadanos en beneficio de las ratas
Mientras, aquellas viejas familias de ratas, se apoderaban de las representaciones exclusivas de marcas de electrodomésticos y suministros del butano. Exclusivas concedidas desde y por las otras ratas familiares, instaladas en los puentes de mando de las instituciones públicas. Parecería que, en este aspecto, nada ha cambiado en los últimos ochenta años. Pero, no sería justo, decir que para la sociedad española de ciudadanos nada cambió. Muchos de aquellos otros ciudadanos con talento, que trabajaron en estos ochenta años callados, en silencio, y a pesar de soportar a esas familias de ratas, si se ha podido lograr cambiar aspectos de nuestra sociedad.
En el aspecto solidario, del especial carácter español, hemos logrado ser líderes mundiales en donación y trasplante de órganos, en fecundación asistida, en el sistema precoz de detección del cáncer, en esperanza de vida, en una sanidad universal gratuita, en energías limpias, en robótica social, en producción editorial, en construcción de grandes infraestructuras ferroviarias-autopistas y carreteras, en restaurar el arte y la histórica cultura patrimonial, en la difusión del potente idioma español de interés internacional, más estudiado y calificado hoy como patrimonio universal, en seguridad ciudadana y menor violencia de género, muy a pesar del catastrófico y mediático maniqueo. Esta es las diferencias entre las dos Españas, la de los pícaros familiares colocados como políticos nefastos y en algunos medios, y la de los trabajadores silenciosos y con talento.
Ya somos, como se aprecia en las últimas votaciones, una sociedad ideológicamente transversal. En poco tiempo, tal vez, lograremos llevar a los tribunales y condenar a las familias de ratas de sentinas, obligándoles a devolver al erario público lo robado, cumplir con penas ejemplares y a desmantelar los chiringuitos clientelares, así como disminuir la duplicidad, triplicidad y algunos casos cuatriplicidad de administraciones públicas, exclusivamente reservadas para estas ratas, instaladas en la partitocracia de una nueva dictadura de rancios colores, desde donde continúan proclamando el odio, como modelo de enfrentamiento entre iguales. ¡Basta ya!, no se puede continuar amamantando, y protegiendo desde un desigual estado, a esta pestilente aristocracia medieval (ironía), que no nos representa democráticamente en plena Era Digital del siglo XXI.