Cuando este martes se cumpla exactamente un mes de la celebración de las segundas elecciones generales en medio año, esta palabra maldita, “bloqueo”, es la que mejor define la actual situación política. Si de aquí al jueves -día en que el Rey recibirá en su ronda de consultas a Rivera, Iglesias, Sánchez y Rajoy- las cosas no cambian de forma drástica, es muy probable que el candidato que más votos y escaños obtuvo el pasado 26-J, el líder del PP, renuncie a ir a una investidura que tendría perdida. Y si eso sucede, empezará el mes de agosto con una gran incertidumbre sobre el inmediato futuro, aunque no estoy muy seguro que a una gran parte de los ciudadanos, ya de vacaciones, esto les preocupe o les importe mucho.
La cuestión es que esta casi nula capacidad para negociar y pactar que han demostrado en estos meses las cuatro principales fuerzas políticas -PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos- pone en evidencia la falta de madurez, de altura de miras, de los actuales dirigentes políticos. Nada que ver con lo que sucedió hace cuarenta años con motivo de la transición política, cuando las derechas y las izquierdas, léase AP, UCD, PSOE y PCE, supieron apartar sus intereses partidistas y negociar de forma modélica una transición de una dictadura a una democracia, algo que no hubiese sido posible sin, reitero, esa voluntad política de llegar a acuerdos, de pactar, lo que implicaba también renuncias por parte de todos.
A día de hoy no queda casi nada de eso que vino en llamarse el “espíritu de la transición” y una circunstancia, no la única pero si importante, que lo explica es el peor nivel de los actuales políticos si se compara con los de aquella época. Sólo basta pensar en la importante labor que entonces hicieron políticos con ideologías y procedencias tan dispares como Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo o Manuel Fraga y aunque el refrán diga que “todas las comparaciones son odiosas”, hacer ese ejercicio con algunos, no todos, de los actuales responsables políticos.
Si en los próximos días o semanas no hay ningún tipo de acuerdo que desbloquee la actual situación para elegir Presidente y formar gobierno, estaremos abocados a unas terceras elecciones generales en el plazo de un año, lo cual en sí mismo considerado, es un tremendo fracaso de la actual clase política. Porque los españoles han votado libremente en diciembre y junio y han dicho claramente lo que quieren: no a las mayorías absolutas, sí a gobiernos entre diferentes que tengan que pactar y acordar. Los ciudadanos ya han cumplido con su deber. Ahora sólo queda que lo hagan los políticos, lo cual, lo reconozco, puede ser más una expresión voluntarista que otra cosa.