Ferrol, esa pequeña Viena

Ferrol guarda cierto parecido con la Viena de fin de siglo. Sus calles elegantes, simétricamente harmoniosas, enlazan con el urbanismo de la capital centroeuropea. No en vano su arquitecto más austríaco, Rodolfo Ucha, dejó una bella impronta en Ferrol concibiendo soberbios edificios de carácter marcadamente modernista. El Hotel Suizo bien pudiera sumarse al conjunto de edificios que jalonan la Ringstrasse, el más importante boulevard de la capital austríaca. Pocos recordarán las líneas clásicas del Ideal Room en sus orígenes, antiguo hotel emplazado en la plaza de Armas y convertido en la actualidad en establecimiento de una conocida marca de moda. Pero el paso del tiempo que nos acecha vertiginoso bajo la amenaza de lo efímero, no impide que sigamos disfrutando del confort y elegancia del Hotel Suizo. Un nombre muy bien traído, por cierto, el de esta fonda que se hace eco de la calidad de los alojamientos hosteleros del país helvético. 
Y es que Ferrol, ciudad encaramada en el noroeste español, siempre ha mirado lejos, muy lejos, y es este empeño de salir de su entorno más inmediato lo que la ha teñido de un aire abiertamente cosmopolita. Por esta razón en Ferrol sentimos los cuatro vientos, el del norte con el comercio del Báltico, el del sur con nuestra querida y cercana Andalucía, también el viento de ultramar que recorre las Américas y, como no, el aire de la Europa más culta que dio forma a las corrientes artísticas que inspiraron las obras del gran arquitecto y humanista Rodolfo Ucha: Casa Romero, Casa Antón, fachada del Casino, Fonda Suiza y un largo etcétera.
Que Viena fue capital de un vasto imperio, el Austro-Húngaro, es de todos sabido. Su perfil se extendía a lo largo del centro y este de Europa, para abrazar territorios muy diversos que eran administrados desde Viena bajo un mismo criterio ordenancista. Las aguas del Danubio fueron testigo de un momento histórico único y a través de su cauce inundaron el vasto territorio de cultura austrohúngara: centro y este europeo, oriente y occidente unidos al fin. En este imperio, heterogéneo y heterodoxo a la vez, se fraguaron las voces de la literatura europea más sagaces, aquellas que supieron intuir la debacle de un imperio que se desmembraba, cual negra antesala de la contienda bélica que tanta sangre derramaría en la vieja Europa.
El vive y deja vivir de la sabiduría vienesa a veces oculta cierta indiferencia y puede llegar a convertirse en un “muere y deja morir” como ya observara con ironía el escritor Alfred Polgar. Este sentimiento de indiferencia rayano en la melancolía transpira la vida cotidiana de Ferrol y recorre el cambio de las estaciones de la vida.
Es el momento de entrar en un café, esa institución tan típicamente vienesa-ferrolana, para refugiarse en la lectura de los periódicos y contemplar junto a la ventana el ir y venir de los transeúntes anónimos por una strasse de Viena. O si ustedes lo prefieren, adentrémonos en un café de Ferrol para compartir una animada tertulia a orillas del Atlántico.
Modernismo, clasicismo, monarquía, cosmopolitismo… historia y cultura de dos ciudades de Europa que se reflejan como espejos en el ambiente de un cálido café.
 

Ferrol, esa pequeña Viena

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